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Opinión
Es mejor tener una cucharadita de suerte que un tonel de conocimiento
Félix Linares
Los políticos pueden obrar sin consecuencias porque está escrito en su destino y en las leyes que dictan.
Roland Emmerich es un cineasta que hace películas de desastres. Trató de salir de ese mundo y realizó una película sobre Shakespeare. La crítica siguió despreciándole y el público le abandonó. Ahora anuncia que rodará “Independence Day II”. Es difícil eludir el destino.
A Marjaliza, el socio de Granados, perdonen la confianza, le ha tocado seis veces la lotería y dos el cupón de la ONCE. Y eso es tan fácil de explicar como la facilidad que tienen algunos para encontrar plaza de aparcamiento mientras los demás damos interminables vueltas al edificio. O por qué la Agencia Tributaria niega al juez Ruz la documentación sobre las donaciones a los partidos diciendo que están exentas de tributación porque están destinadas a las actividades propias de los partidos. Y usted, sin embargo, no tiene apartados, por propios que sean, que le eximan de los impuestos.
Y no hay que darle más vueltas. Uno podría preguntarse por qué Ignacio González no denunció hace tres años a los policías chantajistas, pero es que él, y el resto de políticos, pueden hacer eso sin consecuencias porque está escrito en su destino y en las leyes que dictan. Y si la ley dice que no deben ser candidatos en las elecciones los acusados de corrupción, ya encontraremos la manera de que el destino les ayude.
Usted no, usted tiene el suyo. El destino de Anna Allen era ser famosa y ahí está. Su madre se ha dado a la fuga porque los periodistas estaban seguros de que este es un tema importantísimo.
Siguiendo en esta línea tengo más malas noticias: el gin tónic, del que ya sabíamos que te deja sordo por efecto de la quinina de la tónica, ahora resulta que también te erosiona los dientes. Y eso sí que no. No podemos permitirlo porque ya sabemos que el destino de los feos es siempre peor que el de la gente guapa.
