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Análisis
Pecadores de la pradera
Félix Linares
Los conspiradores cada vez se esfuerzan más por demostrar su valía. Ha muerto Vicente Aranda, un director polémico y discutido.
Ha sido un mal fin de semana para aquellos a los que tenía como gurús: Carmona, Monago, Edurne. Incluso para aquellos que, puntualmente alegraban mi vida: Esperanza, Cospedal, Rita Barberá.
Menos mal que Floriano no competía. En otros terrenos tengo menos disgusto, ya sé que Llamazares arreglará lo de Izquierda Unida y que Marhuenda no cumplirá su promesa de irse de España al ganar Ada Colau, ni nadie reprochará que Eduardo Inda dijera que tenía informes confidenciales de que Manuela Carmena iba a llegar a los veintidós concejales, que es un puntito por encima de donde quedó Edurne.
Menos mal que ayer intervino Mariló y se equivocó. Y salió Rajoy y dijo que cree ser el mejor candidato, camino de imitar al presidente de Turkmenistán que se ha hecho una estatua bañada en oro, y descubrí que todo seguía igual, al menos hasta que se demuestre lo contrario.
Hasta aquí todo normal. Más inquietante es la recomendación que Arriola le hizo a Rajoy: es mejor perder estas elecciones, sugirió el gurú, porque los socialistas y los de Podemos tendrán que pactar y eso les va a desgastar con vistas a las generales.
Los conspiradores cada vez se esfuerzan más por demostrar su valía. Ha muerto Vicente Aranda, un director polémico y discutido.Debo reconocer que siempre me gustaron sus películas, no todas porque ni a él las aguantaba. Fue experimental cuando correspondía, comercial cuando necesitaba y eficaz siempre. Y un tipo sincero que, como cualquiera que quiera ser un artista tuvo que salvar todas las trabas que políticos y ricos pueden poner en su camino. Y son muchas.
