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Análisis

Mas es menos

Iñigo Herce

Iñigo Herce

Si la cara es el espejo del alma, el rostro de Artur Mas reflejaba durante la noche electoral que pocas ganas le quedarán de emprender una huida hacia delante.

El 25 de noviembre de 2012 quedará marcado en el calendario político y vital de Artur Mas. No precisamente como un día de júbilo y éxito, sino como la jornada en la que cosechó un fracaso sin paliativos. La victoria electoral es clara, pues saca nada menos que 29 escaños al segundo. Pero fue la propia CiU la que puso el listón del éxito de estas elecciones en la mayoría absoluta. No sólo no la ha logrado, sino que ha experimentado un fuerte correctivo por parte del electorado en un momento decisivo para el futuro de Cataluña, en unos comicios que tenían el carácter de históricos.

La decisión de Mas de adelantar las elecciones a mitad de legislatura después de la marea independentista de la manifestación del Once de Septiembre tenía un objetivo nítido: capitalizar la ola soberanista y situarse como único referente político con la mayoría absoluta. En ese sentido, el batacazo es tan crudo para CiU que no sólo obliga a una reflexión. También le emplaza a tomar decisiones y a reformular estrategias. Habrá que ver cuál es el futuro político del propio president de la Generalitat, cuya figura sale mucho más debilitada de lo que entró en este proceso.

El retroceso electoral de CiU puede tener tres focos de origen: el miedo, cuando no el rechazo, de un sector de su electorado a la propuesta de caminar por la senda del soberanismo de final incierto; el castigo por los dos años de recortes aplicados desde la Administración; y la sombra de la sospecha que ha podido calar en torno al turbio capítulo de las cuentas de Suiza. Mas ha visto además que quien ha capitalizado el ímpetu soberanista de la sociedad catalana ha sido ERC, el partido triunfador de la noche. El único consuelo que puede quedarle a CiU es que el Parlament de Cataluña tiene una mayoría soberanista clara, aunque el frenazo en seco que ha experimentado su apuesta política y el castigo sufrido dejan en el aire la incógnita de qué camino seguirá ahora la coalición nacionalista. Si la cara es el espejo del alma, el rostro de Artur Mas reflejaba durante la noche electoral que pocas ganas le quedarán de emprender una huida hacia delante.