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Opinión

La Columna de José Félix Azurmendi (21.12.2014)

Nuevo tiempo entre Cuba y los Estados Unidos, la gran noticia de la semana, del año, de varias décadas. Cuba y los vascos de Cuba. Historia del bloqueo. ¿Y ahora?

Nuevo tiempo entre Cuba y los Estados Unidos, la gran noticia de la semana, del año, de varias décadas.

Me dijo Alejandro un día que Castro no les había ni engañado ni defraudado, que era la Administración norteamericana la que les había defraudado si no engañado. Me lo dijo en Miami, donde vivía desde que Fidel se hizo con el poder y él, como unos centenares de vascos más, se refugió en Florida. Ellos, como la mayor parte de los que huyeron de la nueva situación, daban por supuesto que los gringos no tolerarían a los Castro, los derrocarían, restituirían muy pronto la anterior situación, con algunos cambios tal vez. No pocos de los exiliados ni montaron casa. Se instalaron en hoteles a la espera del inminente regreso. Cuando me lo decía, Alejandro, sobrino del mítico Juanito Saizarbitoria, fundador del restaurante Centro Vasco de La Habana que frecuentaron entre otros Hemingway, Josephine Baker, Sinatra y posteriormente fundador de una fallida réplica en Miami, llevaba cincuenta años fuera de Cuba.

¿Simpatizaron los vascos de Cuba con la Revolución?

La mayor parte de los vascos que vivían en Cuba a finales de los cincuenta, entre ellos unas decenas de pelotaris de cesta punta, no encajaban por diferentes motivos en el nuevo modelo de sociedad, aunque estuvieran de acuerdo con que lo de Fulgencio Batista era una dictadura que había que cambiar y estuvieran de acuerdo inicialmente con las planteamientos de Fidel y sus muchachos. Las simpatías más evidentes con éstos provinieron de religiosos vascos instalados en la isla. No pocos de ellos defendieron abiertamente a los revolucionarios durante un tiempo, mientras la mayor parte de los frailes españoles, franquistas, nunca tuvieron esa tentación. Entre los simpatizantes, el capellán de gudaris y de la fuerza de choque que los norteamericanos entrenaron para intervenir en Euskadi al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Iñaki de Azpiazu. Viajó desde Argentina para conocer en persona las primeras medidas de los revolucionarios y las alabó, aunque la admiración le duró poco. Solo un pelotari de Markina se quedó en La Habana: dejó el frontón, se hizo técnico de aviación, trabajó en ‘Cubana’, sintonizó con la Revolución desde el principio y hasta su fallecimiento.

Alejandro y, sobre todo su tío, pertenecía al grupo humano de exiliados abertzales de la guerra del 36 que llegaron sin nada, que rehicieron vida y hacienda, que difícilmente podían apostar por nuevas aventuras. Sucedió con el exilio republicano en Cuba, en México, en Venezuela y, en general, con la mayor parte de los exiliados en todos los lugares

¿Cómo se debe entender el temprano intento de derrocar el nuevo Régimen de Bahía de Cochinos?

El presidente Kennedy autorizó el desembarco de contrarrevolucionarios cubanos y mercenarios entrenados por la CIA, dando por supuesto que provocarían así el alzamiento de un pueblo cubano que lo suponían descontento y dispuesto a sumarse a la lucha. Entre los hombres del desembarco de Bahía Cochinos o Playa Girón de abril de 1961 hubo descendientes de vascos y vascos nacidos en Euskadi, anticomunistas unos, aventureros otros, engañados todos. Siguen apareciendo sus nombres en la base de datos de los veteranos de la operación, en la que se recogen también sus discretos fallecimientos por razones de edad.

Hay en este momento vascos en Cuba, ex miembros de ETA unos, de negocios otros, y algún cura, como el jesuita Txema Auzmendi, director que fue de Radio Popular de Donostia, fundador de Egunkaria, lo que le valió detención y procesamiento, convertido estos días en corresponsal de lujo de los medios euskeldunes. Está también en la isla, está desde hace décadas, Joseba Sarrionandia, cuyo regreso a Euskal Herria se había anunciado para este diciembre, pero que parece haber optado por esperar a que el Gobierno español cambie de tino y signo.

¿Y ahora qué va a pasar?

Me dijo hace más de treinta años ya un jesuita de Azpeitia que los cubanos que había conocido en la Orden tenían tendencia al mesianismo y lo atribuía a la insularidad y a la proximidad del gigante americano. A la hora de valorar la revolución, con la que simpatizaba pero no acríticamente, lo tenía presente y lo veía reflejado en su voluntad expansionista y redentora.

No cometeré la osadía de aventurar un futuro para este entrañable pueblo, pero sí de advertir que es ahora cuando se pondrán a prueba los verdaderos valores de la Revolución. Le oía el otro día a un conservacionista que algo debía saber de lo que se estaba cociendo que el previsible desembarco de un turismo masivo podía dar al traste con las reservas de flora y fauna que sólo tenían asiento en Cuba gracias al cerco y bloqueo. Y no serán los caimanes, las tortugas, los insectos, los únicos seres vivos que serán puestos a prueba en el nuevo tiempo.