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Memoria Histórica

Araba homenajea a los asesinados en Azazeta

El puerto de Azazeta se ha convertido en un símbolo en la restauración de la memoria histórica de Araba. Hace ochenta años, el 31 de Marzo de 1937, 16 personas, fueron asesinadas sin juicio previo.

  • Fusilados en Azazeta en 1937

    3:57 min
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Entre los “paseados”, como se decía eufemísticamente con un  cinismo sólo soportable por la inmoralidad de los sublevados, se encontraba Teodoro González de Zarate, el último alcalde democrático de Vitoria antes de la dictadura.

Seis meses antes, el que fuera también el último presidente democrático de la Diputación, Teodoro Olarte, padeció ese hipócrita paseíllo, cerca del Bayas en las proximidades de Miranda, junto a otros tres ciudadanos: un empleado del Banco Vitoria, apellidado Luna; el  músico Casto Guzman Castro, representante del PSOE y Manuel Azcona, representante de Unión Republicana.

Los 16 asesinados en Azazeta han podido ser identificados y además de representantes municipales como el alcalde González Zarate y el concejal de Vitoria, Díaz de Arcaya, había afiliados al Partido Socialista, Partido Nacionalista Vasco y Partido Comunista o miembros de  sindicatos como UGT y CNT. Pero sobre todo son significativos sus perfiles profesionales: torneros, aceituneros, pintores, ferroviarios,  mecánicos, empleados de telégrafos o jornaleros, es decir: ciudadanos, sin más, comprometidos con los valores democráticos.

El relato es estremecedor. Estas 16 personas se encontraban detenidas y encarceladas en la prisión  provincial, paradójicamente situada en la calle la Paz. La noche del 31 de Marzo de 1937  salieron confiados en libertad por mandato del Delegado de orden Público. Sin embargo, en el exterior de la prisión fueron de nuevo  detenidos por un grupo de guardias civiles, requetés y falangistas. Todos ellos capitaneados por una siniestra figura de la historia de Alava, Bruno Ruiz de Apodada, que merece un capítulo aparte.

Los ataron codo con codo y subieron a vehículos previamente preparados. Salieron camino de Estella. Se detuvieron en el kilómetro 16 de la A-132; abandonaron los vehículos y los llevaron monte arriba, a unos 80 metros de la cuneta derecha; allí los fusilaron, sin juicio previo, y fueron semienterrados en una fosa cavada previamente.

Los fusilamientos, según cuentan los historiadores, fueron ordenados por el General Mola en su visita a Vitoria el 27 de Marzo con un doble objetivo; atemorizar a sociedad alavesa y ultimar la inminente ofensiva de los sublevados franquistas contra Bizkaia; un mensaje con un sangriento matasellos como vaticinio de lo que sucedería después en Durango y Gernika más concretamente. El impacto fue notable en la sociedad alavesa y según recogen las crónicas hubo protestas incluso entre los adeptos el régimen.

El homenaje de dentro de unos minutos en Azazeta responde a una deuda de Araba con la memoria histórica, porque es injustificable el olvido que algunos han pretendido mantener, diciendo que no hay que hurgar en heridas del pasado.

Ochenta años después, el recuerdo como homenaje, y la memoria histórica como pedagogía para no repetir los mismos errores y las mismas tragedias, porque quién no conoce su historia está condenado a repetirla.

Dicen que unos hacen la historia y otros las padecen. Los que ahora se homenajean hicieron ambas cosas. Entre la historia oficial y la verídica hay grandes lagunas que los historiadores tendrán que restablecer. La vida, dijo el escritor checo Milan Kundera, es la memoria del pueblo, la conciencia colectiva de la continuidad histórica; el modo de pensar y de vivir.