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Opinión

Crónica de Euskal Herria

La columna de José Féliz Azurmendi (29/04/2017) ¿Apoyará el PNV a Rajoy?¿Traerán el Guernica a Gernika?

  • 9:15 min
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Tx. ¿Terminará el PNV a apoyando a Rajoy, le supondrá costo político?

JFA. En cualquier país nacionalmente normalizado, lo habitual es que haya derechas e izquierdas, si se prefiere, centro derechas y centro izquierdas, ahora que no se llevan las radicalidades, y que sus respectivos pesos se midan en consultas electorales democráticas. Desde esta perspectiva, no es el nuestro un país normalizado, porque conviven en él quienes se saben vascos y quienes se tienen por españoles, y porque en esta cuestión los términos medios solo se pueden entender de manera provisional, camuflada o impuesta. Podría pensarse que la mayoría de los vascos, de izquierda unos y de derechas otros, no se sienten españoles y que solo si ponen de acuerdo entre ellos podrán aspirar a traducirlo a términos políticos. La reflexión era oportuna cuando representantes de las diversas sensibilidades políticas abertzales se reunieron en Txiberta, ahora hace 40 años, y dejaron pasar una buena oportunidad para sus aspiraciones nacionales, lo ha seguido siendo hasta hoy, a la hora de marcar estrategias que facilitaran el objetivo mayor compartido.

Están enfrascados los representantes de las opciones nacionalistas vascas, ahora que la violencia y el terrorismo ha dejado de condicionarlo todo, en justificar unos el apoyo a Rajoy porque va a traer ventajas para los vascos, en denunciarlo otros como traición de lesa patria. En este tiempo y con estas cúpulas dirigentes, este es el más que previsible nivel del enfrentamiento político, dejando para otro momento, acaso, la discusión de fondo sobre la manera de entenderse o enfrentarse a España que se debería esperar de quienes dicen compartir sentimiento nacional. El PNV apoyará a Rajoy, sus votantes no le volverán la espalda por ello, la izquierda abertzale tratará en vano de aprovechar la ocasión para  tratar de ganar adeptos a su causa. Se dirán palabras gruesas, alimentarán las diferencias, proclamarán una vez más que con el otro no hay nada que hacer, cuando es en realidad con los otros con los que no hay nada que hacer, si es verdad que la nacional es la principal y particular contradicción que se vive en este país. Parece simple, pero solo lo parece: valdría la pena mirarse en Catalunya y sacer conclusiones. De derecha a izquierda o al revés.

Tx. El bombardeo de Gernika ha ocupado mucho espacio esta semana

JFA. Idoia Mendia, secretaria general de los socialistas vascos, ha reprochado a los nacionalistas vascos el intento de explicar el bombardeo de Gernika como una agresión de España a Euskadi. Estos días han sido muchos, incluso del PP, los que han recordado que el Gobierno legítimo era el Republicano y que fueron los alzados los responsables de la destrucción y matanza. No les falta razón tampoco cuando recuerdan que las hubo también en otros lugares de España, incluso de Euskadi, pero, eso sí, sin un Picasso que lo reflejara en un cuadro emblemático. He oído menos, y lo podían haber hecho, explicar la no destrucción de la Casa de Juntas y el Árbol de Gernika en que se trataba de un símbolo también para los carlistas. Los hechos históricos, este y todos, se pueden abordar desde diferentes perspectivas, tienen aristas, explicaciones múltiples, y  la manera elegida por cada quien nunca es inocente.

Tx. ¿Debería venir el Guernica a Gernika?

JFA. En los debates tenidos con ocasión del 80 aniversario del bombardeo se ha vuelto a hablar de si es Madrid donde debe estar el cuadro de Picasso, porque así lo quiso él, o debería ser traído a Euskadi, pero a nadie he oído defender que debió quedarse en Nueva York hasta que España fuera republicana. La persona que más de cerca siguió la petición y realización de la obra, porque así se lo encomendaron las autoridades republicanas españolas, fue José Bergamín y este se indignó cuando conoció que el Guernica salía de Nueva York camino del Madrid “monárquico y guardiacivilizado”: le parecía una traición y un agravio a la memoria del autor. A su entender, lo traían “no para que  los españoles contemplen su horrorosa si maravillosa violencia (su furia, su ira, su cólera) ni oigan su terrible verdad; su espantable grito de verdad acusadora, inseparablemente vinculado al episodio histórico que lo promovió y representa, sino por el contrario con el propósito de desmentirlo, enmudeciéndolo, desvirtuándolo, equivocándolo”.

Las reformadas autoridades españolas querían un aval para esa transición que se quería modélica y seguía despertando muchas dudas, y el cuadro servía a sus fines. La razón política ha acompañado inseparablemente al cuadro al encargarlo, al materializarlo, al trasladarlo a Nueva York, al llevarlo a Madrid, al no traerlo a Euskadi pretextando razones técnicas. Sobre esto no deberían quedar dudas.