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Opinión

La columna de José Félix Azurmendi (18/11/2017)

Refexiones sobre el juicio contra 'la Manada', la aprobación de los presupuestos de la CAV y las figuras de Maite Leizaola, Julen Kaltzada y Belén González Peñalba, recientemente fallecidos

Tx. Un juicio muy mediático nos tiene con la mirada puesta en los juzgados de Iruña

JFA. La relativa calma de esta semana en el procés catalá ha permitido que el que se conoce como Juicio por violación contra la Manada ocupara su lugar en la prioridad informativa. Para no tener nada que decir, puesto que las sesiones son a puerta cerrada para evitar filtraciones, no ha habido día en que los medios de comunicación no le dedicaran amplísimos espacios, mientras no se recataban en reclamar una prudencia y responsabilidad que sugería que algunos, los otros, no estaban respetando. Nuestra profesión no tiene motivos para estar orgullosa de cómo han venido tratando los medios el caso catalán, y me da la impresión de que tampoco de este otro caso va a salir muy airosa.

La sobreexposición mediática de ambos ejemplos está permitiendo que otros casos, que vienen de lejos, son muy  graves y afectan nada más y nada menos que al partido que sustenta el Gobierno español, estén pasando relativamente inadvertidos. Tras 125 sesiones en la Audiencia Nacional, siete años de instrucción y un año y medio largo de juicio, el de la trama Gürtel quedó ayer visto para sentencia. Son 37 los acusados, entre ellos el ex tesorero del PP Luis Bárcenas, que reconoció la existencia de empresas que pagaron al partido en dinero negro entre los años 1999 y 2005, a cambio de concesiones y ventajas en concursos de licitación públicos. En todos estos años el presidente Rajoy ha permanecido en la cúpula del partido, y existen fundadas sospechas de que él mismo ha cobrado sobresueldos nutridos por ese dinero negro. El PP está afectado como partido, lo está su máxima autoridad, pero siguen recibiendo el favor de los votantes, lo que muestra su jerarquía de valores, y la ineptitud de la oposición. Pero, eso sí, como ha dicho el ministro del Interior en respuesta a la petición de garantías de comportamiento democrático de la Fiscalía belga, ellos no admiten lecciones de nadie.

Tx. En política más próxima y directa, ¿qué asuntos tenemos entre manos?

JFA. Está en la Comunidad Autónoma Vasca el asunto de la aprobación de los nuevos presupuestos, que todo el mundo reconoce como muy importante pero que nunca acaba de recibir la suficiente atención por parte de la sociedad. No debe ser ajena a esta indiferencia, además de su complejidad, la sensación de que, tras los obligados escarceos entre representantes políticos, todo acabará como se preveía. Y lo que se preveía y se prevé es en esta oportunidad como en la anterior que el Gobierno Vasco sustentado en el PNV y el PSE-PSOE tendrá un presupuesto al que el PP le habrá terminado aportando el voto que necesita.

En este contexto más o menos previsible y ritualizado apenas se ha hecho presente, apenas ha asomado el temor cada vez más interiorizado de que los partidos del 155 van a aprovechar el viaje para acotar y recuperar competencias que explican a su juicio la desafección de las nacionalidades históricas hacia la unidad de España. Se extiende y asienta la idea, y no solo entre nacionalistas vascos y catalanes, de que se está gestando un proyecto recentralizador del Estado que dejará chiquita a la LOAPA y sus cepillados.

Tx. ¿Algo que destacar en política menos directa y concreta?

JFA. En estos días que tomamos en cuenta para esta crónica semanal nos han dejado tres personas que darían, cada una en su ámbito y sus circunstancias, para reconstruir la historia del abertzalismo de varias generaciones. La muerte de Maite Leizaola y su sonrisa daría para hablar ampliamente de la vida y afanes de la generación de la guerra y el exilio; para recordar a los Leizaola sí, pero también a los Aretxabaleta, a los Intxausti, Zubizarretas, apellidos todos fundamentales en la historia del nacionalismo vasco. El fallecimiento de Julen Kaltzada permitiría recordar junto a su padre fusilado a cuantos lo fueron por los franquistas, recordar el compromiso social de muchos sacerdotes al calor del Vaticano II y la figura de Juan XXIII, glosar el papel alfabetizador de AEK y el compromiso militante con el euskera de personalidades como Julen. La muerte de Belén González Peñalba, relativamente joven, enferma y en libertad vigilada, nos remitiría a la generación de ETA, a su activismo, a sus intentos negociadores fallidos, a vidas entregadas a una causa que tenían por justa.

Han coincidido en la despedida, en anhelos y sufrimientos vividos, en ilusiones pendientes e insatisfechas.