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La fiaca

Relatos

"Lluvia de otoño, peonìa de primavera" por Conce García

Conce García

Lectura de "lluvia de otoño, peonía de primavera" por su autora Conce Gacía en el programa La Fiaca

  • Libros

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    7:44 min
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Ahí estaba, perdida entre caminos. Todavía no sabía la razón por la que había tomado la decisión de pasar ese fin de semana lejos del mundanal ruido. Buscaba un cartel, una señal, algo que me orientara hacia mi destino, antes de que la oscuridad me envolviera y con ella también se oscureciera mi ánimo. Mi sensación era la de estar dando vueltas concéntricas en un mismo espacio. El anochecer se acercaba, acompañado de unos nubarrones que empezaron a descargar su vientre, mientras mi coche quedaba encallado en un bache, enfangado en medio de la nada. Fueron inútiles mis esfuerzos para seguir el camino, y sin un atisbo de cobertura para el móvil, tuve que decidir mi siguiente paso.

Ante la disyuntiva de quedarme toda la noche en el coche o buscar un refugio, escogí la peor de las opciones. Hacía el Norte se divisaba una casona y quise creer, que mis ojos atisbaban una luz tenue en su interior. Cogí  mi bolso, el paraguas y una linterna y marché en aquella dirección. Ni mi vestimenta, ni mi calzado eran apropiados para subir esa colina entre ráfagas de lluvia. El paraguas desapareció, mis preciosos botines quedaron  atrapados en el fango.  Chorreando y descalza, llegué a la casa.

Oh Dios! Mi mundo se vino abajo, seguía lloviendo y la casona era un edificio medio derrumbado, en el que apenas quedaba en pie algunas estancias. Atravesé un soportal, presidido por un vetusto escudo de armas y crucé el patio. En un lateral hallé una puerta y entré a un comedor medio derruido. Descubrí unas escaleras y subí. En el primer piso sólo el ala este quedaba en pie. En una de las habitaciones, entre desconchones y  mucho polvo, que denotaban la visita de alguna persona y varios animales, había una chimenea, restos de muebles, una cama con dos patas rotas y un colchón sucio y roído.

Hice añicos los restos de una cómoda golpeándola contra la pared y encendí un fuego para calentarme. Cogí el colchón y lo acerqué para sentir el calor y  allí sentada, contemplé las llamas danzantes de la fogata. Al poco, el sueño me envolvió y allí acurrucadita esperé que la noche  dijera adiós.

Mi  tranquilidad duró algunas horas que dejaron  paso a  inciertas pesadillas. El repicar de las campañas anunció la visita de unos monjes, avanzando en procesión que me trasladaron en unas andas hacia la pequeña capilla de la casa. Ellos,en silencio, sujetando unos cirios negros encendidos mientras un murmullo de voces femeninas me envolvía. Frente el retablo una figura siniestra me esperaba. Un monje nos dio su bendición y allí en el altar se festejó una cópula. Tintineo de copas al chocar, risotadas estridentes, velas encendidas, balidos de una cabra enloquecida, olor fétido y sulfuroso, cruces de madera danzando a mi alrededor, humedad rancia,…

Al amanecer me desperté tiritando con la ropa revuelta, el corazón encogido e impregnada de un olor desconocido. Me recompuse como pude y vagando como un alma en pena, me encontraron horas después.

En unos días ya estaba de vuelta a mi vida laboral visitando a varios clientes, que, aunque no decían nada, denotaba cierta inquietud en sus miradas. Y no sólo ellos, también percibía cierta repulsa de la gente, incluso de los animales; a los pájaros  espantaba , los perros se enfurecían y me gruñían con el rabo entre las piernas.

Pronto noté los primeros síntomas: vómitos matinales, cansancio, pechos abultados. Me reía de esta locura, eso no podía pasarme a mí, sin embargo el predictor confirmó la teoría de un embarazo. Algo crecía en mi seno, pero, ¿qué cosa? ¿De quién? ¿Qué oscuros conjuros fueron los que provocaron mi infortunio? ¿Qué puerta se abrió en aquella casona? ¿Abierta por qué seres?...

Decidí poner fin a esto, no podía seguir así, por lo que fui a una clínica. Los médicos no me hicieron caso, aunque rogué, lloré, supliqué que me extirparan ese ser inhumano, pero me decían que era imposible.

Y aquí estoy, con “eso” alimentándose de  mi cuerpo y creciendo. Ellos dicen que es algo fantasioso, pero yo sé que es algo demoniaco. No puedo hacer nada. Mi vida sólo tiene sentido para él, lo único bueno es que no le  conoceré  nunca, porque su vida es mi fin,  y aquí sigo esperando. Sólo quiero que  todo termine cuanto antes.

Ellos creen que tengo un embarazo psicológico y aquí me tienen encerrada en esta celda acolchada.

Estúpidos, ja ja jaaaa!!!! No saben lo que les espera!!!.