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Zabaltegi-Tabakalera

Izibine Oñederra: '‘Lursaguak’ es una película pequeña, frágil'

Natxo Velez | eitb.eus

La cineasta azkoitiarra presenta ‘Lursaguak’, un potente cortometraje, en la sección Zabaltegi-Tabakalera del Zinemaldia.

  • Izibene Oñederra

    Izibene Oñederra presenta "Lursaguak" en la sección Zabaltegi-Tabakalera

Euskaraz irakurri: Izibine Oñederra: 'Film txikia da ‘Lursaguak’, hauskorra'

 “Vivimos en un tiempo en el que millones de topillos de una especie desconocida están minando la base conceptual de una cultura milenaria”: esa es la frase de la intelectual Hélène Cixous sobre la que se apoya Lursaguak, el inquietante cortometraje de 12 minutos creado por Izibene Oñederra (Azkoitia, 1979).

El sugerente trabajo, que ofrece al espectador diferentes vías de reflexión, forma parte de la última edición del catálogo Kimuak, y concursa en la sección Zabaltegi-Tabakalera, el apartado destinado a los trabajos más novedosos y arriesgados. Se trata de “un extraordinario punto de partida” para la película, según nos ha dicho Oñederra en la siguiente charla. 

En el Zinemaldia mostrarás tu nuevo trabajo al público, pero ¿para quién creas las películas?

Creo que el espectador es algo activo, que completa mi propuesta con su mundo. No tengo intención de dar trabajo al espectador, sino compartir placer. Hacer películas es mi manera, mi mejor manera, de tratar sobre aquello que torpemente trataría a través de las palabras.

El espectador puede ser cualquiera, no hay un espectador mejor que otro; a algunos les llegará la película, y a otros los dejará fríos. De todas formas, mis películas no están dirigidas de ninguna manera a expertos en alguna materia.

El estreno será en la sección Zabaltegi-Tabakalera del Zinemaldia, un certamen en el que ya has estado anteriormente. ¿Qué importancia le das al festival?

Lursaguak es una película pequeña, frágil. No está hecha siguiendo los requisitos de la industria, y su supervivencia vendrá marcada por el eco que tenga en la temporada de festivales.

El hecho de que sea estrenada en un festival de primera categoría refuerza a la película. Es un extraordinario punto de partida, ¡y encima en casa!

Creo que la sección Zabaltegi-Tabakalera es el lugar que le corresponde, entre propuestas arriesgadas.

¿Cómo vives el Zinemaldia?

Suelo ver películas de una manera bastante compulsiva, al menos mientras el resto de obligaciones me lo permiten.

La película se levanta sobre una frase de Hélène Cixous. ¿Crees que el cine tiene algún papel en la tarea de minar las bases conceptuales vigentes en cada época? ¿En qué puede ayudar?

Esa imagen de que están minando una cultura erigida durante miles de años me parece muy potente. Además, también me parecen muy interesantes en esa frase tanto el uso del presente como la metáfora de los topos: lentos pero sin pausa, unidos a la oscuridad y a la tierra.

No sé si atribuir esa tarea al arte o al cine no es demasiado o no sirve de excusa para que cada uno descargue su responsabilidad en otros. La propia forma de vida que elegimos puede servir para crear un mejor entorno. A partir de ahí, creo que son preguntas demasiado elevadas.

Tienes un estilo personal que dotan a todos tus trabajos de un imaginario propio. ¿Cómo trabajas a la hora de ilustrar las historias?

Me parece importante anteponer el aspecto plástico de la película a la capacidad narrativa. Confío mucho en las analogías basadas en el instinto de las ideas. 

Trabajamos en procesos creativos abiertos, y, aunque respetamos las metodologías habituales en animación –establecen un orden necesario para trabajar en equipo–, soy muy flexible a la hora de poner límites a lo que puede ocurrir en una escena.

Me resulta paradójico lo que dices, porque creo que en esta película he dibujado menos que nunca.

La música es un elemento indispensable para dotar a tus historias de esa personalidad tan inquietante, y esta vez has encargado esa tarea a Javier Ucar. ¿Cómo habéis trabajado?

Me alegro de que pongas en valor el peso de la música.

La verdad es que durante el proceso creativo no escucho animación. Quiero decir que mientras convivo con un proyecto de animación sí que me influyen el día a día, los sueños, las películas que veo o mis lecturas, pero no pongo demasiada atención al sonido.

Es una vez que la película está estructurada cuando pido una propuesta de sonido. Creo que Javi (Amsia) ha hecho un trabajo tremendo: ha construido una atmósfera compleja de miles de capas que se modula permanentemente, ya que la película está organizada en micropasajes.

Se trata de un sonido variable pero en su firme en su conjunto. Se escuchan sonidos naturalistas, tal y como pedían algunos acontecimientos, como los que se situan en el baserri, pero el sonido tiene relación con el imaginario onírico. Tiene una capacidad hipnótica para conducirte y es, a intervalos, temible, emocionante y silencioso. Soy una fan del sonido.

¿Qué futuro le auguras o le deseas a “Lursaguak”?

Le deseo que encuentre su lugar en los festivales internacionales, ya que esa es la manera de que tenga una larga vida.