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Análisis

Preguntas sin respuesta

Iñigo Herce

Iñigo Herce

La comparecencia ante el Parlament para dar cuenta de la fortuna de su familia no declarada es todo un símbolo de un final de ciclo en la política catalana.

Jordi Pujol ha vivido el trago más amargo de su carrera política. La comparecencia ante el Parlament para dar cuenta de la fortuna de su familia no declarada es todo un símbolo de un final de ciclo en la política catalana. El referente moral y simbólico del president de la Generalitat durante 23 años, emblema del nacionalismo catalán, ha visto como su trayectoria le han servido de bien poco.

Pujol, visiblemente afectado y cabizbajo, ha apelado al contexto. Ha tratado de explicar el episodio de la herencia paterna por la situación histórica, personal y política de su progenitor y del suyo propio. "El miedo" a una situación similar a la dictadura le llevaron a esconder parte de su dinero en el extranjero. Pero, salvo en CiU, las aclaraciones de Pujol apenas han tenido efecto.

El president ha sido sometido a un implacable marcaje de los grupos de la oposición en la que se ha evidenciado que nadie quiere conceder ya el más mínimo resquicio de credibilidad. Su rotundo "yo no soy un político corrupto" no ha neutralizado las invectivas de unos partidos que recogen, en buena parte, un malestar ciudadano creciente.

Sin embargo, las múltiples preguntas relacionadas con su herencia pero, sobre todo, con las sospechosas actividades de varios de sus hijos, no han obtenido una respuesta convincente ni han reforzado precisamente su coartada. El propio partido que fundó no ha tenido más remedio que rechazar "políticamente" la actuación del patriarca, pese a reivindicar su figura. Toda una muestra de que la imagen de Pujol está socialmente mancillada y supone un lastre para la actual dirección convergente.

La sociedad catalana vive meses, años, sometida a unos acontecimientos de alto voltaje político y emocional. Pero la sombra de la corrupción ha llegado ya al corazón del sistema, a su columna vertebral. Cataluña está necesitada de una catarsis que cierre algunas de sus páginas más sombrías. Con consulta o sin consulta, todo parece indicar que las próximas elecciones al Parlament pueden arrojar unos resultados impactantes.