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Internacional

Jesús Torquemada

Análisis: El descrédito de la fuerza internacional en Afganistán

La ISAF recurre a los bombardeos y con frecuencia se equivocan de objetivo. El número de civiles muertos crece de forma alarmante y así no hay forma de ganarse la confianza de la población civil.

La estrategia para Afganistán aprobada por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, es correcta sobre el papel.

Se trata de reforzar los efectivos militares extranjeros desplegados allí, lanzar una ofensiva contra los talibanes para echarles de las provincias que controlan, instalar en esas provincias la autoridad del Gobierno afgano, ganarse la confianza de la población civil mediante medidas de desarrollo económico, y finalmente retirarse de Afganistán una vez pacificado el país.

Sobre el papel funciona, pero una vez más se cumple el dicho de que ninguna estrategia resiste al primer contacto con el enemigo, que en cuanto se empieza a poner en práctica sobre el terreno, siempre hay algo que falla.

En este caso está fallando la propia ISAF, la fuerza internacional que cuenta con el permiso de la ONU y que está formada básicamente por países de la OTAN. En su obsesión por reducir todo lo posible el número de bajas propias, los aliados recurren con mucha frecuencia al apoyo de la artillería y la aviación, con el objetivo de machacar las posiciones de los talibanes antes de llegar al cuerpo a cuerpo.

Y en esos bombardeos, con demasiada frecuencia se equivocan de objetivo y, en lugar de alcanzar a los talibanes, las bombas caen sobre zonas ocupadas por civiles. Está pasando casi cada día y el número de civiles muertos crece de forma alarmante.

Evidentemente, así no hay forma de ganarse la confianza de la población civil y los talibanes no necesitan ni hacer propaganda contra las fuerzas extranjeras, que se desacreditan ellas solas.