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Felipe Etxebarria

Análisis

Las raíces del enfrentamiento sectario en Israel

Felipe Etxebarria

Felipe Etxebarria

Es inédito, al menos en la escala actual, el enfrentamiento entre judíos y palestinos de Israel.

Si el enfrentamiento armado entre el Ejército israelí y las milicias palestinas no es nuevo en la actual crisis, sí es inédito, al menos en la escala actual, el enfrentamiento entre judíos y palestinos de Israel. Desde la fundación de Israel no se habían conocido muchedumbres de una comunidad atacando a la gente, los símbolos o las propiedades de la otra comunidad. La violencia iniciada el pasado martes se ha extendido a las localidades donde conviven judíos y palestinos. Algunos medios han interpretado como un enfrentamiento simétrico entre ambas comunidades, pero en realidad no lo es.

¿Por qué ahora una comunidad se ha levantado contra la otra en Israel, cuando hasta ahora el conflicto se había circunscrito a los Territorios Ocupados?

Cuando los palestinos, ciudadanos de Israel, se manifestaban en Jerusalén lo hacían para expresar una larga historia de discriminación política, social y económica. El estatus político de los palestinos ha ido degradándose paulatinamente. Durante la última década Israel ha aprobado leyes que han ido socavando los derechos de los palestinos. El culmen fue la Ley del "Estado Nación" de 2018, que elevó a los judíos a un estatus superior. El discurso antiárabe ha rebasado las líneas de la provocación. En un proceso ya largo, Israel impide la construcción de nuevas viviendas a los palestinos, hay una ausencia casi total de planificación en las localidades árabes. Israel no concede permisos de construcción, y cuando los palestinos se ven forzados a construir sin autorización, las autoridades ordenan la demolición sistemática. Entre 2012 y 2014, el 97 % de las órdenes de demolición se produjeron en las poblaciones árabes. Localidades enteras han sido arrasadas. Una polémica ley de 2017, además, endureció los castigos por "construcción ilegal".

Se considera una prolongación a suelo israelí de su política en los Territorios Ocupados. Así, la expulsión de familias palestinas de sus casas en Jerusalén Este, origen de la actual escalada, provocó una ola de solidaridad en Israel. Cuando un grupo de judíos dieron muerte a un árabe en Lod, las manifestaciones se transformaron en ataques a sinagogas, teatros y restaurantes judíos en la ciudad norteña de Acre, símbolo hasta ahora de la coexistencia pacífica. Los palestinos se rebelan contra la impotencia de sentirse ciudadanos de segunda clase.

Los manifestantes judíos, sin embargo, viven otra realidad bien diferente. Los judíos se encuentran en la cima de la jerarquía social, política y económica. Grupos armados llevan a cabo actos de acoso al grito de "muerte a los árabes". Tienen un enorme poder y quieren aun más. El partido que los representa se llama Poder Judío. Los alborotadores judíos cuentan con la pasividad de la Policía cuando llevan a cabo sus actos de agresión, como se vio recientemente en los disturbios de Lod.

Es una tendencia subyacente. Los partidos de extrema derecha de Israel piden un mayor dominio judío. Han legitimado la rabia contra los árabes, los izquierdistas, los inmigrantes y los medios de comunicación. Sus campañas van dirigidas contra la propia legitimidad de las leyes y contra los propios tribunales del Estado de Israel. En un mensaje en las redes sociales, uno de estos extremistas judíos decía: "No me interesan las leyes del Estado. Sigo solo la ley del Torah, de hace más de 2000 años".

Y, ante esta realidad, la comunidad internacional se limita a repetir los desgastados llamamientos a la "calma" y al "diálogo". Las Naciones Unidas se ven incapaces de superar esta pasividad.