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Análisis

Tomarse las cosas con calma en Cuba

Si se extiende la idea de que el Gobierno es débil y ha cedido a las presiones de la Iglesia cubana, se puede frustrar esa operación.

Jesús Torquemada

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Lo peor que se puede hacer ahora en Cuba es meter mucho ruido en torno a la presunta excarcelación de presos políticos. El Gobierno cubano parece dispuesto a mejorar la situación de esos presos, pero sin dar la impresión de que lo hace obligado, sino porque quiere. Si se extiende la idea de que el Gobierno es débil y ha cedido a las presiones de la Iglesia cubana, se puede frustrar esa operación.

Todo viene a raíz de la reunión que la semana pasada mantuvo el presidente de Cuba, Raúl Castro, con la jerarquía de la Iglesia cubana, encabezada por el cardenal Jaime Ortega. Hablaron de mejorar la situación de esos presos, e incluso de poner en libertad a algunos, y también de permitir las manifestaciones de las llamadas Damas de Blanco, mujeres familiares de los presos.

Es posible que Raúl Castro también quisiera saber si contará con el apoyo de la Iglesia para mantener la paz social en caso de que aborde las duras medidas económicas que serán necesarias para sacar a Cuba de la crisis. Se espera que el traslado de presos a cárceles situadas más cerca de sus casas comience esta misma semana.

Sin embargo, unas declaraciones a la prensa de Guillermo Fariñas, el disidente que lleva tres meses en huelga de hambre, pueden complicar las cosas. A Fariñas le informaron las autoridades eclesiásticas de lo que hablaron con Castro y Fariñas se ha apresurado a divulgarlo. Habría sido mejor que guardase la discreción hasta que el Gobierno confirmase sus primeros movimientos.

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