Internacional -
Análisis
La culpa es de Washington, como siempre
El libio Gadafi ha acusado a Washington de estar detrás de la revuelta, sugiriendo que Estados Unidos quiere echarle para quedarse con el petróleo de Libia.
Jesús Torquemada
Los dirigentes árabes que se aferran al poder ya están recurriendo al argumento de la conspiración extranjera para explicar las revueltas populares en sus países.
El libio Gadafi ya le ha echado la culpa a Al Qaeda en uno de sus discursos y en una entrevista con una televisión estadounidense. También ha acusado a Washington de estar detrás de la revuelta, sugiriendo que Estados Unidos quiere echarle para quedarse con el petróleo de Libia.
Otro que también ha acusado a Estados Unidos y a Israel, faltaría más, es Alí Abdalá Saleh, el presidente de Yemen. La revuelta de Yemen va creciendo y Saleh cada vez está más amenazado.
Las causas de las revueltas árabes son variadas, pero hay algunos elementos comunes. Primero, que esos dirigentes llevan demasiado tiempo en el poder: 41 años Gadafi y 32 años Saleh. Llevan tanto tiempo en el poder porque o no han hecho elecciones o las han falsificado. Además, cuentan con una policía secreta que se encarga de impedir que surja una oposición organizada. Y otra característica de casi todos ellos es que han acumulado una gran fortuna familiar mientras los jóvenes, que en esos países son la mitad de la población, no ven oportunidades de futuro.
Todas esas son las auténticas causas del malestar árabe, pero es más fácil echar la culpa a Estados Unidos y a Occidente en general. Precisamente por eso mismo hay que olvidarse ya de esos planes de intervención militar occidental en Libia de los que se empieza a hablar. Sería un enorme error que paralizaría en seco la posibilidad de que el mundo árabe haga por fin su revolución democrática.