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Análisis

El final del mito japonés

O todo lo que podría haber salido mal en Fukushima ha salido mal, o la información oficial facilitada hasta ahora no ha sido correcta.

Jesús Torquemada

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Los japoneses mantienen la calma y siguen confiando en su Gobierno. Sin embargo, en el exterior crecen las dudas acerca de si la información que está dando el Gobierno nipón es correcta.

Hace un par de días, los especialistas que saben cómo funcionan las centrales nucleares opinaban que las medidas adoptadas en Fukushima eran adecuadas, que se estaba consiguiendo enfriar los reactores y que, con el paso de los días, la situación mejoraría. Ahora, sin embargo, todos dan por seguro que en Fukushima va a haber un escape de radiación muy importante. Con lo cual, o realmente todo lo que podía salir mal ha salido mal, o la información oficial no ha sido correcta.

El Gobierno podría haber informado mal adrede, para no causar más alarma, o simplemente porque no tenía los datos necesarios, pero el mito de la eficacia nipona se viene abajo.

En realidad, ese mito ya había mostrado antes sus fallos. Por ejemplo, la contaminación masiva con mercurio durante treinta años en la bahía de Minamata, o los accidentes en la central nuclear de Tokaimura, en 1999, y Kashiwazaki, en 2007, en los que se ocultó información.

Es cierto que en lo sucedido en Fukushima no ha habido negligencia humana y que el desencadenante del desastre ha sido un fenómeno natural extraordinario. Pero el resultado para Japón y para el resto de los países a los que afecte la radiación es el mismo.

Nos encontramos ya ante el segundo accidente nuclear después de Chernóbil y, si se cumplen las peores previsiones, podría llegar a convertirse en el primero.

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