Internacional -
Violencia contra las mujeres
La desgracia de ser mujer en Afganistán
En el país asiático está extendido el matrimonio infantil, el casamiento forzoso y la compraventa de mujeres para desposarlas, violarlas o zanjar una disputa familiar.
Redacción
Mariyam es una madre de 17 años y dice que lo peor en Afganistán es haber nacido mujer; cuando tenía 11 sus padres la prometieron con un chico siete años mayor a cambio de 3.000 dólares y se vio obligada a casarse con él con solo 14.
Su marido es un taxista que aún tiene que saldar la deuda que contrajo con su suegro en un país donde está extendido el matrimonio infantil, el casamiento forzoso y la compraventa de mujeres para desposarlas, violarlas o zanjar una disputa familiar.
"Primero, fui una hija vendida. Después me convertí en una esposa comprada", se lamenta Mariyam, quien fue golpeada por sus suegros durante los primeros meses de matrimonio hasta que "nació mi primer hijo", a quien dio a luz con apenas 15 primaveras.
Un informe de la ONU divulgado este mes recoge una serie de historias que ejemplifican la gravedad de la situación.
Como la historia de dos hermanas de 15 y 17 años que fueron asesinadas en la provincia occidental de Herat, después de que la segunda rechazara casarse con el hombre escogido por su familia.
Las menores fallecieron tras ser atacadas en una habitación por cinco personas, incluidos futuros familiares políticos.
La policía arrestó a los cinco individuos en octubre de 2010, pero el tribunal que instruyó el caso solo condenó a 16 años de prisión a dos de ellos -el posible suegro y el posible marido-,mientras que el resto quedaron libres.
En el informe también se recoge el caso de una corte de distrito en la provincia norteña de Jawzjan que halló culpable a un soldado de obligar a su esposa a prostituirse para pagar el alquiler de su vivienda, algo por lo que fue sentenciando a siete años de cárcel.
Durante el régimen integrista talibán, que dominó Afganistán entre 1996 y 2001, la vida de las mujeres fue particularmente dura.
Se les forzó a vestir burka -prenda que cubre por completo el cuerpo excepto una estrecha rejilla a la altura de los ojos para poder ver- y se les prohibió trabajar, estudiar o salir al exterior a no ser que estuvieran acompañadas de algún pariente varón.
Las cosas cambiaron algo para ellas con la llegada al país de la comunidad internacional tras la caída de los talibanes. Según el informe, en los últimos años se ha "progresado". Ello queda demostrado con el 38 % de féminas escolarizadas, con las 69 diputadas que disponen de un escaño en el Parlamento o con las primeras mujeres que han conseguido graduarse como pilotos.