Política -
Análisis
Sin vuelta atrás
El president ha enseñado hoy muchas de las cartas que tenía escondidas. Es una suerte de "consulta light", pero advierte que esta cita "no será la definitiva".
Iñigo Herce
El anuncio del president de la Generalitat catalana de convocar una consulta alternativa, organizada como un proceso de participación dentro de los marcos competenciales atribuidos, implica el paso de un Rubicón sin marcha atrás para el propio Mas y, por extensión, para las instituciones y el conjunto de la sociedad catalana. Pero no sólo eso: es un reto estructural histórico de primer orden para el Estado español.
Lejos de la calculada ambigüedad utilizada hasta la fecha, el president catalán ha enseñado hoy muchas de las cartas que tenía escondidas. Artur Mas mantiene su palabra y articula un proceso consultivo para el 9-N, amparándose en los resquicios legales que lo amparan. Es una suerte de consulta “light”, según admitía el propio president, que ha reiterado que esta cita no será “la definitiva”. Admite la imposibilidad de llevarla a cabo por las vías legales establecidas, pero no echa el freno en su intención poner “urnas y papeletas”. Ello no contenta a los sectores más soberanistas (encabezados por ERC y la ANC), pero supone un indudable paso adelante de Mas hacia el compromiso adquirido. Está por ver qué consecuencias políticas y, sobre todo, legales puede tener esta decisión, incluso sobre el propio Mas. El president apuesta por forzar al máximo las costuras del Estado, que se enfrenta ahora a la difícil tesitura de actuar o dejar hacer, con la consiguiente presión de los sectores más duros.
La otra gran baza que el líder catalán ha desvelado es su hoja de ruta a partir del 9-N. Aunque era un secreto a voces, ya sabemos por su propia boca que su propuesta es convocar unas elecciones de tipo plebiscitario. Un todo o nada. Una cita a la que las fuerzas soberanistas acudan en coalición y con programa único, convirtiéndola, de facto, en un referéndum. Un órdago en toda regla. Sería, en sus propias palabras, “la consulta definitiva” que debería tener un amparo legal inquebrantable y un reconocimiento internacional inapelable.
Ahora queda por ver cuál es la respuesta a la doble propuesta de Mas en Barcelona y en Madrid. El president renuncia ya, casi definitivamente a mirar a España, para centrar su acción y sus esperanzas políticas exclusivamente en Cataluña. La principal incógnita ahora es saber si Esquerra cambia el paso y acepta esta otra vía que, esta sí, puede culminar en un pronunciamiento político legal y refrendado, si la quiebra del consenso del bloque soberanista es temporal o definitiva. De ahí el especial empeño de Mas en poner el foco y la pelota en el tejado de las fuerzas catalanas abstrayéndose de los obstáculos que puedan llegar desde el Estado, “el único adversario”, según ha insistido Mas.
Todo ello pone en evidencia que el proceso político abierto en Cataluña no tiene apenas margen de solución ni de acuerdo posible. Artur Mas ha decidido empeñar todo su capital político. Pero si el Estado español no muestra una mayor inteligencia, cintura y carácter democrático, tal y como le reclaman ya desde diferentes instancias internacionales, puede enfrentarse al capítulo más comprometido del último siglo de su historia. El no y el silencio puede que no sean la mejor opción de las posibles.