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Reportaje

Euskadi, ante la encrucijada de la gestión de los residuos

El colapso del vertedero de Zaldibar hace un año reabrió un debate "casi olvidado": la gestión de residuos y el papel predominante de los vertederos. Analizamos la cuestión con varios agentes.

Parte de la lengua de 500 000 toneladas de basura de Zaldibar. Foto: EFE
El desprendimiento del vertedero de Zaldibar.
Parte de la lengua de 500 000 toneladas de basura de Zaldibar. Foto: EFE

Eider Garaikoetxea | EITB MEDIA

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Euskaraz irakurri: Zaldibarko hondamendiak bistarazi zuen zama

Hoy hace un año, parte del vertedero de Eitzaga (Zaldibar, Bizkaia), gestionado desde 2007 por la empresa Verter Recycling, se derrumbó y medio millón de toneladas de desechos y residuos cayeron monte abajo hasta la AP-8.

La tragedia sigue presente, pese al año transcurrido, ya que una de las heridas más sangrantes del desastre sigue abierta: aún no se han encontrado los restos de uno de los dos trabajadores sepultados bajo los escombros, los de Joaquín Beltrán. En estos 12 meses se ha hablado mucho de Zaldibar. El proceso judicial continúa su curso y aún están por dilucidar las consecuencias medioambientales del desastre.

El derrumbe desempolvó, además, un debate "casi olvidado": la gestión de residuos y el papel predominante de los vertederos en Euskadi.

Hablamos con algunos de los agentes implicados en el tema, el responsable de la empresa Hondakin especializada en gestión de residuos industriales y la asociación Ekologistak Martxan, para intentar soslayar la coyuntura actual, pero sobre todo, para tratar dar con las claves para la gestión en el futuro.

Los residuos, en cifras

Euskadi, como tantas otras economías del primer mundo, es una gran generadora de residuos. Según los datos facilitados en 2020 por la Asociación Clúster de Industrias de Medio Ambiente, Aclima, en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) se generan aproximadamente 6,3 millones de toneladas de residuos cada año. La mayoría, un 60 %, son de origen industrial (un 55 % residuos no-peligrosos, y un 5 % residuos calificados como peligrosos). El 40 % restante se reparte así: casi un cuarto (21 %) son residuos de construcción y demolición, y el 19 %, residuos urbanos. 

De todos ellos, se logra reciclar casi la mitad, pero un 37 % va a parar a vertederos o escombreras (el porcentaje es mayor en el caso de los residuos industriales —42 %—). La valorización energética (convertir el residuo en energía) tiene poco peso en Euskadi: únicamente el 6 % se destina a este sistema.

Cabe destacar que Euskadi no cuenta con vertederos específicos para residuos peligrosos. El de Zaldibar, como otros tantos, contaba con la autorización correspondiente, y debía cumplir criterios precisos sobre su almacenamiento en depósitos estancos, bien separados del resto de residuos.

Solo el vertedero de Eitzaga recogía al año 500 000 toneladas de residuos. En el de Mutiloa (Gipuzkoa), clausurado poco después del desastre, se depositaban 350 000 toneladas. Las escombreras son, por tanto, una de las piezas clave en este sistema. Según el último informe del Gobierno Vasco, en Euskadi operan 13 vertederos, la mayoría de carácter privado. 

Ante estos datos surgen varias preguntas: ¿Qué hacer con esta ingente cantidad de residuos? ¿Es sostenible continuar con este ritmo? ¿Cuáles son las alternativas?

Tasa a los más contaminantes

El Gobierno Vasco ha presentado recientemente su borrador del "Plan de Gestión y Prevención de Residuos 2030", que tendrá una inversión de 97 millones de euros.  El proyecto recoge una previsión nada halagüeña: los vertederos existentes en Euskadi cuentan en esta década una capacidad de almacenamiento de cuatro millones de metros cúbicos, mientras que las necesidades de vertido de la industria vasca es de siete millones y medio de metros cúbicos. Ante este panorama, el Departamento que dirige Arantxa Tapia ha elaborado una estrategia que pasa por, entre otros objetivos, reducir un 30 % los residuos generados y disminuir los derivados a escombreras al 15 % (recordemos que actualmente el porcentaje es del 37 %).

El ejecutivo no se plantea abrir nuevos vertederos y avanza que se "adecuarán" los existentes para hacer frente a la demanda. Además, la Ley de Medioambiente que se está tramitando en el Parlamento Vasco prevé establecer un canon de residuos industriales. Es decir, que las empresas paguen en función de los residuos que generen.

Cuestionada sobre esta tasa, la asociación ecologista Ekologistak Martxan afirma que "el impuesto sobre el vertido tiene una historia larga en la CAV. Hace ya 18 años, este impuesto ambiental figuró en el Plan de Gestión de Residuos Peligrosos de Euskadi 2003-2006. Entonces, Euskadi generaba anualmente 290 000 toneladas de este tipo de desechos, y el 68 % de ellos era depositado en vertederos. Pero, a pesar de que se trataba y se trata de una buena medida, ningún Gobierno Vasco ha sido capaz de llevarlo a la práctica hasta ahora".

Navarra o Cataluña gravan el vertido y la incineración

Muchos países europeos cuentan ya con este impuesto al vertido e incineración y en varias autonomías del Estado español, como Cataluña y Navarra, también la aplican.

Según el grupo ecologista, esta tasa cumple con los dos principios de la gestión de residuos. Por una parte, está el principio de "quien contamina paga", que "determina que los responsables de la contaminación deben hacerse cargo de sus costes. El mercado no es capaz de generar precios para el vertido que integren los costes sociales y ambientales, por lo que la aplicación de un impuesto contribuye a la internalización de dichos costes". Por otro lado, la tasa contempla la jerarquía de residuos europea, que indica cuál debe ser orden de prioridades de gestión: "prevención y/o reducción, reutilización, reciclaje, valorización energética o incineración, y vertido". Así, aquellas empresas que opten por depositar sus residuos en el vertedero deberán pagar más que aquellas que reutilicen sus desechos.

Hoy en día, sin embargo, sale mucho más barato verter en una escombrera. Según nos confirman desde Ekologistak Martxan, tenemos los vertederos más baratos de toda Europa.

Sobre esta opción, el grupo ecologista hace una puntualización: "Hablar de eliminación de residuos es falso. En un vertedero no se eliminan los residuos, sino que se esconden. Al verterlos, los echan en un hueco y los tapan con tierra, es decir, se entierran. Pero el residuo permanece y una vez clausurado un vertedero, hay que controlar el residuo durante 30 o más años, porque es un vertido vivo que sigue emitiendo gases y tiene impacto medioambiental". 

El codirector de Hondakin SL, Iker Basaras, considera que una de las claves para solucionar el problema pasa por el coste. Lo explica con un ejemplo de la economía familiar: "Si a mi me cobran cinco euros cada vez que tiro una bolsa de basura, quizás a la próxima pensaré en tirar menos bolsas, y cuando vaya a la compra, mi elección será diferente: en vez de comprar yogures con tanto plástico y cartón, optaré por comprarlos de cristal para luego poder devolverlos, por ejemplo".

La valorización, una opción inexplorada en Euskadi

Basaras conoce bien el día a día de la gestión de residuos. Su empresa, con sede en Bergara (Gipuzkoa), gestiona al año los residuos, peligrosos y no peligrosos, de unos 600 clientes (la mayoría de tamaño medio y pequeño). Cuentan desde 2019 con autorización para gestionar residuos peligrosos: los reciben, clasifican y los trasladan a plantas de tratamiento final. Según sus datos, el 40 % de esos residuos van a parar a vertederos, y el resto acaban reciclándose o en plantas de valorización energética o de materiales.

Basaras nos explica en qué consiste este último proceso: por ejemplo, los disolventes son destilados hasta lograr una solución limpia, que en el caso de ser de bajo rendimiento, se traslada a una cementera autorizada para valorizarla energéticamente. Se siguen pasos similares con trapos o papeles contaminados, pinturas etc. También existe una valorización que no es energética que es la que se aplica en residuos no-peligrosos: por ejemplo, los residuos de construcción se clasifican, trituran y se usan como relleno; lo mismo ocurre con la madera, que se desmenuza y traslada a fábricas para realizar tableros. 

Incineradora de Oberhausen.

Alemania tiene varias plantas de valorización energética. En la imagen, la de Oberhausen (Pixabay)

El empresario cita una y otra vez este sistema, ya que Hondakin valoriza el 90 % de los residuos que gestiona. Según aclara, Euskadi no cuenta con este tipo de instalaciones y suelen trasladar los residuos a plantas del Estado español o incluso europeas.

Basaras asegura que "Euskadi, al tener los vertederos tan baratos, no ha desarrollado infraestructuras para tratar los residuos de otra manera. Todos esos sistemas han quedado en stand by. En Europa hay muchas, pero porque allí las escombreras son tres veces más caras".

El codirector de Hondakin sostiene que no hay varitas mágicas en este tema, "no hay una sola instalación en Euskal Herria que pueda gestionar todos los residuos. Hacen falta muchas infraestructuras pequeñas, que hasta ahora no hemos desarrollado por el bajo precio de los vertederos". Y ofrece un dato para evidenciarlo: "Nosotros en Hondakin somos 15 en plantilla y gestionamos 3000 toneladas. En Verter eran seis y gestionaban 500 000 toneladas. Si se crean más infraestructuras, se crearán más empleos y más inversiones, y además, seremos más sostenibles".

Ekologistak Martxan, sin embargo, es crítico con la valorización energética. "Con la incineración, convertimos el residuo en gas, es decir, convertimos la contaminación terrestre en atmosférica. Es una transferencia de la contaminación de un medio a otro. Por ello, la incineración es la segunda peor en la clasificación de la Unión Europea para deshacerse de los residuos".

Hacia una economía circular

Según la asociación ecologista, "en Euskadi, hacen falta menos vertederos, y ninguno como el de Zaldibar, y más infraestructuras de tratamiento de residuos, con plantas de separación de residuos, de reutilización, de reciclaje… Además, de apostar de forma decidida por la Economía Circular, pero definiendo requisitos exhaustivos de diseño circular para todos los productos. Estos requisitos han de asegurar la durabilidad, reutilización, reparación y reciclabilidad de los productos, asegurando la no toxicidad de sus materiales y el uso de recursos sostenibles.

La Comisión Europea (CE), a través de su directiva de residuos y el paquete de Economía Circular, ha marcado la hoja de ruta a seguir en la transición a una economía circular. La legislación europea establece que para 2025, el 55 % de los residuos municipales sean reutilizados o reciclados, cifra que deberá de ser del 60 % y el 65 % para 2030 y 2035, respectivamente. En cuanto a los envases, en 2025 el 65 % tendrán que ser reciclados, y el 70 %, en 2030.

Asimismo, la CE ya estableció que para antes del 2020 un 70 % de los residuos de construcción y demolición deberían ser reutilizados, reciclados o valorizados en otros materiales.

Urge, por tanto, un cambio de paradigma. Según nos recuerdan desde Ekologistak Martxan, "el ser humano necesitará tres planetas para abastecer el ritmo actual de consumo, sobre todo porque se prevé un crecimiento demográfico para 2050 que nos situará en 9600 millones de personas. Simplemente no es posible soportar este nivel de producción, consumo y su contaminación asociada porque vivimos en un planeta con recursos finitos. Por ello, hemos de cambiar nuestros patrones de consumo para revertir hábitos inadecuados y poco sostenibles".

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