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Opinión
La Columna de José Félix Azurmendi (06/06/2015)
José Félix Azurmendi | Radio Vitoria
Siguen gestiones y digestiones tras los últimos comicios: los pactos, las coaliciones, las polémicas… No han faltado otros temas esta semana.
Siguen gestiones y digestiones tras los últimos comicios: los pactos, las coaliciones, las polémicas…
Nunca antes se había teorizado tanto sobre ventajas y desventajas del bipartidismo, las coaliciones, la segunda vuelta, el respeto a la opción más votada, la alternancia, pero es que nunca antes habíamos asistido a un panorama político tan plural y complejo como el que han dejado los últimos comicios en Euskal Herria y en el resto de pueblos del Estado español. Reconozco que yo mismo he hecho en alguna ocasión el elogio de la alternancia, por aquello de que la condición humana es la que es y que bien le vendría saber o temer que tal vez el poder ganado en las urnas no sobreviva a una legislatura. Yo mismo, como otros muchos, he hecho ese elogio, pero tal vez no fuera sino un disfraz de lo que realmente se desea: que se vayan los que están para que entren los míos.
Atiendo a los argumentos sobre lo que es más democrático o conveniente a la hora de conformar gobiernos y me reafirmo en la idea de que los hay para todo y que cada quien elige los que vienen mejor a su ideología. Por eso, pues, al menos por mí, en esta materia, barra libre, menos hipocresía, fuera máscaras y que el tiempo sentencie el acierto o error de la elección. Naturalmente estoy pensando en el Gobierno de Nafarroa, en el Ayuntamiento de Iruñea, en el de Gasteiz, y no en el de Badalona, y en otros muchos que surgirán de pactos y acuerdos más o menos atemperados por el temor de que afecten a la siguiente y cercana contienda electoral.
No han faltado otros temas esta semana
Hay semanas en las que parece que nada especialmente reseñable ha sucedido y otras, como esta que termina, en la que se amontonan los asuntos de interés. De interés es la gestión del lehendakari Urkullu con las víctimas del terrorismo, de interés que el Tribunal Supremo español se haya sentido en la necesidad de acordar que la sola confesión del detenido ante la Policía no sirve como prueba condenatoria, que a Santiago Arrospide se le haya condenado a 17 años más de cárcel después de haber cumplido larguísima y completa condena previa, que a ETA se le haya confiscado un depósito de armas preparado para su entrega; de interés noticioso es la muerte de un camionero por disparos de un ertzaina fuera de servicio en el curso de una discusión de tráfico.
Todo esto y más sería reseñable, pero también algo que ha pasado con suma discreción y que a mí me ha dado qué pensar: el recibimiento institucional del que ha sido objeto Felipe VI en París y lo que se ha presentado, setenta años después, como homenaje y reparación a la Nueve, aquella División blindada compuesta por soldados republicanos españoles que fueron los primeros en entrar en París para liberarla de los nazis. Los vehículos blindados tenían nombres de batallas, Guadalajara, Teruel, Belchite, y de destrucción: Guernica.
Que haya sido un rey Borbón, nieto de quien exhibiera uno de los primeros carnets de afiliación a Falange y se pusiera desde Roma a las órdenes del general sublevado contra la República española, es una muestra más de cómo se maneja la cuestión de la memoria, cómo se reescribe la historia. Parece que todavía queda vivo alguno de los liberadores de París, alguno de aquellos comunistas y libertarios, maltratados luego por Francia, recluidos en campos de concentración en aras de las leyes de la Guerra Fría. Me imagino lo que ha debido sentir al ver quién inauguraba el Jardin des combattants de la Nueve.