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Opinión
La columna de José Félix Azurmendi (27/05/2017)
La Final de la Copa del Rey de Fúlbol
Tx. La de hoy no puede ser una crónica al uso…
JFA. Si hoy es sábado 27 de mayo y estamos en Radio Vitoria, imposible no hablar de la final de Copa de fútbol, aquella que cuajó como del Generalísimo y que hoy es del Rey. El Alavés glorioso se mide hoy con el Barça poderoso. Su sola presencia en este escenario es ya un triunfo para el Deportivo. Presenciaba el otro día un diálogo televisivo entre Jorge Valdano, aquel joven recién llegado de Argentina que hizo sus primeras armas en Vitoria, y Mauricio Pellegrino, el de momento entrenador del equipo de la ciudad, otro argentino culto y comedido: estaban ambos de acuerdo en que el tamaño y el ambiente de Gasteiz era el ideal para estrenarse y entrenarse para grandes empresas. En un momento de la conversación, que lo era más que entrevista, y hablando de estilos en el fútbol de uno y otro lado del Atlántico, no le quedó claro a Jorge a qué país se refería Mauricio cuando se citó al “nuestro”, lo que me recordó una escena a la que asistí en Ezeiza que nunca había tenido ocasión de contar. Como en otros aeropuertos, en el de Buenos Aires hay una cola para los nacionales y otra para los extranjeros a la hora de pasar el control de pasaportes. Valdano estaba justo detrás de mí en la de extranjeros. Estaba pensando en lo bochornoso de la situación para un futbolista que había representado a la selección de Argentina, cuando se acercó un funcionario de paisano y le hizo la deferencia de pasarle a la cola de nacionales. Sucedió hace diez años y me dio qué pensar sobre sentimientos nacionales e identidades compartidas.
Tx. ¿Es el fútbol más que fútbol, más que un deporte de masas?
JFA. El fútbol profesional está lleno de gestos sociales y políticos. En Argentina sirvió muy especialmente para socializar y cohesionar en derredor de un club y unos colores a gentes venidas de todas las latitudes, algunos de ellos con dificultades todavía para hacerse entender en el idioma del país, y no pocos vascos entre ellos. Salvando las distancias, también en Euskadi ha servido la devoción a unos colores para integrar a gentes con orígenes y sentimientos distintos, lo que siempre es positivo. En la maduración de ese fervor algunos han considerado necesaria también la consolidación del adversario, cuanto más cercano más rival, llevándolo con la complicidad de los medios de comunicación a condición de eterno, lo que resulta insano y, a veces, patético. Se da la circunstancia inédita en la final de hoy de que a los fraternos rivales del Alavés les conviene que gane el Barça, porque eso le permitiría a la Real Sociedad ahorrarse dos incómodos obstáculos previos para competir en la próxima Europa Ligue, y al Athletic participar en ella tras eliminar un par de obstáculos. La prensa especializada lo ha hecho notar y algunos comentarios que circulan por la red salvaje lo han subrayado de manera bastante enfermiza. También esto es parte del juego
Tx. Pero no todo es fútbol en el deporte, no todo es deporte profesional
JFA. Es Gasteiz, como dicen Jorge Valdano y Mauricio Pellegrino, una ciudad ideal para iniciarse en el deporte y la vida, con un equipo de fútbol de primera, y uno de baloncesto de primerísima. No debe haber muchas ciudades de su tamaño que puedan alardear de ello con tanta justicia. Pero no todo es fútbol y basket profesionales en Gasteiz y Araba: ¿cómo no recordar a sus montañeros, sus atletas, sus ciclistas, sus nadadores, sus gimnastas? ¿Cómo no reparar en la extendida práctica del deporte entre hombres y mujeres, jóvenes y menos jóvenes, en una ciudad y un territorio tan adecuados para ello? Echo en falta hoy, todo sea dicho, manomanistas y puntistas de la talla de algunos de sus predecesores, como Ogueta por supuesto, y como Konpa y otros, profesionales y amateurs, lo que me recuerda que mañana tenemos en Euskal Herria otra gran final, la manomanista, que tendrá como escenario a Bilbao y de protagonistas a un pelotari veterano y a otro muy joven, a un delantero y a un cuasi zaguero, a un virtuoso y a un atleta, sí, a un navarro y a un guipuzcoano. Los frontones necesitan público en directo para que el partido tenga calor y color, y la rivalidad estimula la asistencia, pero insistir, como se hace exageradamente, en la condición territorial de cada uno de ellos como si estuvieran divididos por fronteras resulta, para decirlo suave, ridículo. Cuando es evidente que comparten casi siempre ese territorio común del euskera y un entorno que se parecen casi siempre como dos gotas de leche.
Y, llegados aquí, ¡que gane en Bilbao el mejor, que gane en Madrid el Alavés, por la mínima, si se quiere, tras un pase de Ibai y remate de cabeza de Toquero! Sería perfecto, y ustedes disculpen esta inusual crónica, que se suponía política.