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Crónica Euskal Herria

José Félix Azurmendi nos relata su crónica de Euskal Herria

José Félix Azurmendi analiza la actualidad en su crónica de Euskal Herria

  • 7:55 min
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En la semana que concluye el bochorno y el pasado han estado una vez más muy expuestos, prueba de que las cosas no se hicieron tan bien como algunos pretenden, como pretendieron los ex presidentes españoles Felipe González y José María Aznar cuando coincidieron en alabar el espíritu y la letra de la Constitución española cuarenta años después, cuando el ministro de Asuntos Exteriores español hizo en América la insólita afirmación de que España es más democrática que Bélgica. También en el Parlamento Vasco el pasado estuvo muy presente esta semana cuando el lehendakari Urkullu volvió a recordar, una vez más, que España sigue incumpliendo los compromisos acordados en el Estatuto de Gernika. González y Aznar, que habían sido convocados por el diario El País para celebrar el 40 aniversario de la Constitución española, se mostraron encantados de haberse conocido, intercambiaron bromas, coincidieron en que el gran problema del Reyno de España es el secesionismo y se fueron dejando apenas una noticia: cuando Aznar llegó a La Moncloa se encontró con la placa que recordaba que había sido construida por el Caudillo y que su antecesor no había considerado prudente quitar. La sombra de Francisco Franco es alargada, muy alargada.

En el ecuador de la Legislatura, hubo Pleno de Política General esta semana en el Parlamento Vasco con la mirada puesta en la aprobación de los presupuestos y la ponencia de autogobierno depositada en los expertos. Defendió el Lehendakari una democracia plurinacional, tendió la mano al acuerdo aquí y en Madrid, exigió la libertad de los políticos catalanes encarcelados, y sorprendió con la broma de que no está dotado para hacerlas. Aboga Urkullu por un modelo confederal del Estado, y sostiene que vería como un fracaso estrepitoso un pacto solo entre abertzales que provocara rechazo o indiferencia entre los que no lo son. Es loable su afán por ensanchar las bases de los acuerdos, pero no a costa naturalmente de incumplir lo acordado y perder los actuales consensos. De entrada, representantes del Gobierno central ya han respondido que de confederación, nada. En relación con los presupuestos, existe la sensación de que el PP terminará apoyándolos a cambio de algún retoque que les permita salvar la cara y disimular su actual insignificancia, y existe también la de que no habrá avances significativos en el autogobierno en este tiempo preelectoral.

Y algunas novedades hay. Manuel Valls, que hubiera podido elegir ser suizo, francés o español o las tres cosas a la vez, parece haber optado por ser catalán para optar a la alcaldía de Barcelona encabezando una candidatura independiente, que deberá contar con un apoyo económico y mediático muy importantes para convencer de que su proyecto sirve a tirios y troyanos, derechas e izquierdas, a pobres y ricos, a todos cuantos consideren que el mayor problema que tienen es la amenaza secesionista. La ambición desmedida de Valls y su autoestima le hizo primer ministro en Francia, pero le ha acarreado también enormes fracasos, que parece querer superar ahora en Barcelona.

No debe estar encantada con el proyecto la andaluza que eligió ser catalana ni el catalán que emigró a Madrid para hacer política a lo grande, pero tampoco pueden manifestarlo, para no quedarse con la brocha en la mano. El catalán familiar de Valls suena bien, pero no así su afrancesado acento español, que acompaña de por vida a todos los que hayan hecho sus primeras letras en francés. Tenemos entre nosotros ejemplo de ello, pero no imaginamos entre nosotros que un hijo del exilio republicano, que no es exactamente el caso de Valls, opte a la alcaldía de Bilbao, por ejemplo. Dicen algunos que su caso es como el de la alcaldesa Carmena, que ha decidido repetir en Madrid con una candidatura independiente, pero hay diferencias insalvables: todo el mundo sabe lo que esta representa, todo el mundo conoce que detrás de Valls solo hay ambición e intereses. En Euskadi hay sobrados ejemplos de candidaturas independientes gobernando en municipios pequeños, pero gobernar en Barcelona, en el actual contexto catalán y con el mensaje de Manuel Valls es otra cosa muy distinta, a seguir de cerca.

La oí el otro día a Aingeru Epalza en Euskadi Irratia, en relación con la renuncia del sacerdote Biktoriano Etxabe a seguir en Hondarribia, que el conflicto de este pueblo hace tiempo que dejó de ser un problema local. No le falta razón, pero también habría que tomar en consideración el papel que los medios de comunicación han jugado para que esto sucediera. Hubo un tiempo en que los fieles, y hasta los que no lo eran, se acercaban a las misas de determinados curas porque eran los únicos que se atrevían a plantarle cara a la autoridad. Recientemente han fallecido entre nosotros dos de los que más se distinguieron por ello, lo que les acarreó multas, malos tratos y prisión. No es otra la razón por la que los trabajadores vitorianos se refugiaran el 3 de marzo en una iglesia que terminó siendo una ratonera. Pero hoy, los ejemplos de lo sucedido en Hondarribia, donde un sacerdote conmina a sus fieles a poner remedio a una situación insostenible y una fiel toma la palabra y muestra su disconformidad con lo escuchado no son nada frecuentes.

Lamentablemente, no es evidente que el gesto de Etxabe vaya a contribuir al diálogo y el acuerdo.