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Crónica de Euskal Herria
Crónica de Euskal Herria, 13 de junio de 2020
José Félix Azurmendi analiza la actualidad de la semana en su Crónica de Euskal Herria.
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José Félix Azurmendi
9:38 min
Sabatina del 13 de junio de 2020
Radio Vitoria – José Félix Azurmendi
Tx. Inevitablemente, una semana más hay que referirse a la pandemia
Jfa. No son gratas las noticias que se van conociendo en estos días entre nosotros, profusamente aireadas en las portadas de medios de comunicación de todo el Estado por su gravedad y en cierto sentido también por su excepcionalidad y la sorpresa con las que han sido percibidas. Cuando casi todo el mundo quería creer, en ocasiones estimulado por la misma Administración, que la pandemia estaba si no vencida al menos domada, nos hemos dado de bruces con la realidad de que el coronavirus sigue infectando y matando, y que lo hace aquí mismo, entre nosotros, más que en otros lugares además.
Sabido es que son bastantes las familias vascas que se hicieron con residencias más o menos secundarias en Cantabria cuando el ladrillo era más barato allí y contando con que no había peajes que pagar para llegar a ellas. Sabido es que algunos, no pocos, lo hicieron también en busca de la seguridad y tranquilidad de vida que en tierras vascas les era negada. Sabido es todo eso y que hay muchos guipuzcoanos en Jaca, Iparralde y Las Landas, y otros con viviendas en costas más lejanas, pero solo si se ha perdido el miedo que guarda la viña se pueden entender esas prisas por levantar la barrera que la prudencia recomienda. Por desgracia, la pandemia y sus consecuencias no van a desaparecer en mucho tiempo de nuestras vidas. Habrá que seguir investigando, aprender de los errores, a la espera de una vacuna que, como en otras pandemias, es lo único que traerá la invocada normalidad.
Tx. ¿Qué otro asunto noticioso ha llamado tu atención esta semana?
Jfa. Se rompió el tabú. El rey que trajo la democracia a España de la mano del dictador y la Administración americana estuvo desnudo siempre y hasta hacía ostentación de ello, porque podía y nadie se lo iba a echar en cara, pero ahora ya es imposible callarlo, y algo habrá que hacer para que en su caída no arrastre la institución. En eso están ya los padres de la patria con la colaboración, una vez más, de los grandes medios de comunicación. Todo lo que estos días se va comentando -no conociendo, porque saber ya se sabía desde hace mucho- acerca de las más que presuntas actuaciones delictivas del rey emérito deberían llenar de vergüenza a los profesionales de la comunicación de su generación, usando la denominación elegida por Iñaki Gabilondo para agruparlos.
Ha dicho este ahora en una de sus tribunas que ellos se hicieron juancarlistas sin ser monárquicos, que se trató de una conversión casi generacional y fue un error decisivo para explicar -se supone- que callaran tanto, que toleraran tanto, que faltaran tanto a su deber profesional, que contribuyeran tanto a sostener un régimen viciado de salida. Iñaki, de lo mejor que uno se puede encontrar en la profesión y por eso que resulte más inquietante, llega en un comentario reciente a una conclusión desconcertante: “Felipe de Borbón no se merecía esto”, como si lamentara que tenga que comerse un marrón que no le tocaba, como si el hijo, que ha pasado ya la cincuentena, hubiera estado ajeno a los comportamientos paternos.
Para el editorialista del diario El País por su parte, que ya no es lo que era pero que sigue siendo mucho, que fue el inteligente sostén de la Transición, el producto más hermoso de la nueva democracia española, a juicio del editorialista de Le Monde en los ochenta, la conclusión de lo que se está desvelando ahora al gran público sobre el rey emérito -el nombrecito se las trae- y la decisión de su hijo de quitarle la asignación como gesto de distanciamiento, no hacen sino fortalecer el Estado de derecho y sus instituciones. Y si Gabilondo piensa así y El País concluye de este modo, no es difícil suponer cómo lo hacen el Abc, La Razón, La Vanguardia, el Grupo Vocento y demás grandes medios del sistema, monárquicos avant la lettre, borbones devotos, confesos y acríticos.
Es en este clima en el que el alcalde de Gasteiz ha prometido que le quitará el nombre a la avenida que lleva el de Juan Carlos, pero no consigo enterarme a propuesta de quién y en qué momento se tomó la decisión de adjudicárselo, y sería interesante conocerlo.
Tx. ¿Con qué concluyes?
Jfa. Se está juzgando estos días en Madrid al coronel salvadoreño en el que se quiere hacer recaer la responsabilidad mayor del asesinato del jesuita de Portugalete Ignacio Ellacuría, cuatro compañeros jesuitas más y las dos mujeres que les ayudaban en la cocina y la limpieza de la casa. Para acercarse a lo que sucedió en San Salvador hace treinta años habría que hablar de la guerra que se libraba en ese momento en el país, del triunfo del sandinismo en Nicaragua, del papel de la CIA en Centroamérica, y del rol de la Teología de la Liberación que a partir del 1968 en Medellín llevó al compromiso militante a favor de los pobres a muchos cristianos. Ellacuría era una referencia importante de ese movimiento y por eso lo mataron, con la complicidad de las más altas instancias del país y sus asesores norteamericanos, muy preocupados por la unidad en el combate de hombres y mujeres provenientes tanto de organizaciones de izquierda marxista como de cristianos por el socialismo.
Hay nadie habla ni propone este tipo de alianzas y proyectos que despertaron un día la ilusión de importantes sectores de la sociedad latinoamericana. El juicio al coronel valdría la pena si sirviera para recordar estas cosas, evitando dar la impresión de que su condena es un acto de justicia, así sea tardío. Evitando que los responsables últimos de los asesinatos pasen inadvertidos, queden ocultos para siempre.