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CRÓNICAS DE AMÉLIE
"Volver a empezar", una historia sobre las buenas personas que se fueron
Una digna y dignificante historia que grita a la esperanza desde las cenizas, desde la necesidad de arrasar con todo lo que nos pesa, lastra y ensombrece para, algún día y nunca solas volver a empezar
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Volver a empezar
11:25 min
Jamás olvidaré aquella primera vez ni lo extraña que fue. Hacía apenas unas semanas la muerte había hundido su puño en mis entrañas para arrebatarme a una de las mías y, de repente, no recuerdo a cuento de qué, reí por primera vez.
No olvido el impacto de aquella sensación. Aquella brevísima risa que, como un disparo, sonó rotunda y rápidamente desapareció dejando un eco de culpa e incredulidad por haber sido capaz de reír sabiendo que faltaba, que no volvería a tocarla, escucharla y observarla. Había sido capaz de olvidar lo ocurrido y reír.
Pero me equivocaba, porque nada tenía que ver reír con olvidarla, sino con honrarla en el intento de sobrevivir. Comprendí entonces que cuando te arrasan solo existen dos opciones: dejarte arrastrar o, sencillamente -aunque nada sencillo-continuar.
Cuando antes de salir al jardín su madre le susurró al oído las palabras "viuda negra", Emma supo que debía coger la tartera del colegio, no mirar atrás y correr sin parar hasta llegar a la tienda de ultramarinos y pedir que llamasen a la policía porque la vida de su madre corría peligro. Porque mientras ella corría, su padre tiraba de los pelos al suelo a su madre quebrando su mano de una brutal pisada, y acribillándola a insultos y puñetazos al descubrir un canutillo de billetes bajo el asiento del coche deduciendo que pretendía abandonarlo.
Con una fractura mal curada en su mano izquierda y un estado de ansiedad permanente tras lo sucedido, Sandra y las niñas deshicieron sus maletas para instalarse en el hotel que los Servicios Sociales les facilitaron mientras encontraban una casa y Gareth comenzaba una terapia para volver a ser el de antes.
En plena desesperación Internet le ofreció la solución: construir su propia casa con materiales baratos y sostenibles. El plan era perfecto y así lo expuso en el Ayuntamiento: la autoconstrucción costaba 35.000 euros, mantenerles a ella y sus hijas durante tres o cuatro años en el hotel unos 33.000 al año. Si le adelantaban el dinero y con sus dos sueldos como limpiadora en una casa y un bar se haría cargo de todo. En vez de esperar a que le tocase una vivienda ocupando el puesto 653 de la lista les ofrecía la solución perfecta: la autogestión.
Pero Sandra se topó con la sordera y rigidez burocráticas que, sencillamente, le dijeron no. La señora O'tool, una doctora jubilada de carácter recio y rotunda generosidad a la que limpiaba la casa, le ofreció su jardín trasero como terreno sobre el construir su propia casa.
Y ya fuera casualidad, karma o suerte, Sandra reunió mano de obra de la buena: de la que ayuda porque quiere, de la que quiere sin factura, de la que está dispuesta a hacer frente a las desgracias ajenas como si fueran suyas y, simplemente, ponerse un casco, seguir las instrucciones y ayudar a poner en pie tablones que pronto serían las paredes de un hogar seguro por fin. Un grupo de personas desconocidas entre sí con el único vínculo de ayudar a Sandra, mientras esta tomaba Codeína para soportar los latigazos de aquella mano izquierda, y Gareth la demandaba por incumplir el régimen de visitas amenazando con quitarle la custodia de sus hijas. Y es que Molly, la pequeña, se negaba a salir del coche cuando les tocaba ir con su padre. Ella no corrió al sonido de "viuda negra", pero la vio. Si se las arrebatase, ¿qué sentido tendría construir la casa no teniendo a sus niñas para disfrutarla?
Cuando a Phyllida Lloyd, directora de éxitos como Mamma Mía! y La dama de hierro -excelente retrato biográfico de Margaret Thatcher-, una de las coguionistas de la película Volver a empezar le entregó el guion, respondió que la dirigiría si esa misma coguionista y también actriz, Clare Dunne, la protagonizaba. Una actriz irlandesa que encarna con incontestable y emocionante contundencia a una mujer maltratada en esta excelente película de denuncia que nos impide olvidarnos de ninguna de las dos.
Una imprescindible elección y prioridad absoluta en cartelera que pone el foco sobre la robustez de la amabilidad, la incondicionalidad de la solidaridad y el lenguaje propio de la sororidad. Una historia sobre las buenas personas que se fueron y nos inspiran, y las buenas personas que siguen aquí y nos ayudan a abrir el camino para ser capaces de vivir por nosotras mismas, pero con el abrazo cercano de quien no nos abandonará cuando el miedo vuelva a acechar.
Una digna y dignificante historia que grita a la esperanza desde las cenizas, desde la necesidad de arrasar con todo lo que nos pesa, lastra y ensombrece para, algún día y nunca solas -no al menos del todo- volver a empezar.