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ESCRITO EN EL AIRE
'En Constantinopla se definían por el equipo al que apoyaban:azul o blanco'
El escritor Juan Ibarrondo nos presenta su escrito en el aire en el que nos habla de la obsesión de la competición.
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2:00 min
Hace ya varios siglos, en la lejana y mítica Constantinopla, la afición a las carreras de carros era tan grande que se convirtió en una verdadera obsesión, y los habitantes de la ciudad, por entonces capital del imperio bizantino, se dividían según el color de los equipos que competían en el hipódromo
En un principio, había numerosos equipos con sus respectivos colores, que representaban a los distintos barrios y arrabales de la gran urbe griega, por entonces la mayor del mundo.
Sin embargo, poco a poco, dos grandes grupos: los blancos y los azules, acabaron adsorbiendo a los demás y se transformaron en dos poderosas empresas rivales, que movían millones de dracmas y controlaban no pocos sectores estratégicos de la economía de la ciudad, como la estiba o el tráfico de especias.
No pasó mucho tiempo, hasta que blancos y azules aspiraron a representar a los ciudadanos creando dos fuerzas políticas que desplazaron a las tradicionales, rivalizando entre sí por el favor de la población y su influencia en la corte imperial.
Hasta que llegó un momento en que cualquier constantinopolitano, se definía -sobre todo- por el equipo a que apoyaba, es decir: o eras azul o eras blanco.
Cada equipo se encomendaba a un santo, y cuando los sacaban en andas de la catedral de Santa Sofía, durante las fiestas grandes de la ciudad, la competencia entre las dos facciones solía degenerar en peleas, sobre todo tras acudir los parroquianos a las tabernas del barrio viejo.
No en pocas ocasiones, las cuchilladas y trompazos acabaron con víctimas mortales, que pasaban a sumarse al martirologio de cada cual.
Esta extraña situación duró hasta que la revolución iconoclasta acabó prohibiendo las carreras de carros, pero eso ya es otra historia.
Una historia que, obviamente, nada tiene que ver con el glorioso y bravo equipo albiazul, y tampoco con el futbol y sus cosas en el mundo de hoy.
¿O quizá sí? Piénsenlo ustedes un momento si son tan amables.