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ESCRITO EN EL AIRE

'No nos queda más que saber ya cuándo resucita Vitoria'

El periodista Juan Carlos Alonso, tras la vuelta a la normalidad después de las vacaciones de Semana Santa, reflexiona sobre el futuro de la ciudad y algunos males que nos acechan.

  • 3:02 min
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Tras la Cuaresma y la ceniza la ciudad va reincorporándose a su día a día. Y después de las vacaciones, puentes, misas y desfiles, y banderas a media asta en los cuarteles de media España, nos disponemos a encarar la semana que resta para San Prudencio y el puente del primero de mayo. De puente a puente, como en el parchís, y tiro porque me lleva la corriente.

Tiempos curiosos estos de la Semana Santa. Mientras unos procesionan detrás de imágenes del Cristo crucificado o de la madre doliente por la crucifixión del hijo, otros vuelven de la playa procesionando entre atascos y embotellamientos de tráfico en los accesos a las ciudades.

Unos vestidos de nazarenos, encapuchados, oliendo a incienso, entre el estruendo de tambores. Otros, con los niños y la suegra dando la matraca en el coche, con el flotador de patito medio deshinchado y metidos en atascos monumentales jurando en arameo la impotencia de la vuelta a casa.

Y es que cada uno celebra las fiestas como estima menester. Unos con fervor religioso, y otros con fervor turístico. Unos con la música del porrón, porrón, porrón, y otros con el "súbeme la radio" de Enrique Iglesias y el  despacito, atronando de coche en coche, entre los compañeros de atasco.

En cualquier caso, la vuelta a Vitoria nos vuelve a poner frente a la realidad de una ciudad aquejada por innumerables achaques.

Decía el otro día en una entrevista un famoso empresario de la plaza que Vitoria está muerta y resulta una ciudad triste que ha perdido el pulso. No es que discrepe de tal valoración. Lo que me llama la atención es que cuando alguien critica el estado de cosas que nos ocurren, todo el mundo mire al ayuntamiento o a sus instituciones en vez de mirarnos en el espejo.

Creo que fue Kenedy quien dijo aquello de "No pienses en lo que América puede hacer por tí, sino en lo que tú puedes hacer por América". Quizá ya sea hora de que la sociedad civil asuma su responsabilidad y muestre si su encefalograma es o no plano.

Si acabamos por concluir que somos así de tristes, no le demos más vueltas. Pero dejemos de culpabilizar a los demás y pensemos en el papel que cada cual debe representar.

Porque si nos limitamos a replicar lo que se hace fuera, a importar necedades, a copiar mal, no acabaremos siendo más que una ciudad de cuarta.

Si por el contrario explotamos nuestras posibilidades superando el complejo de Peter Pan que lleva acogotándonos tanto tiempo, tendremos un espacio propio y un destino por el que pelear.

Se acabó la Cuaresma. Ahora toca decidir si el papel que debemos jugar es el de costaleros, el de nazarenos, el de Poncio Pilatos o el de Barrabás. O si dejamos de lado la imaginería y nos dedicamos a ganar el futuro. Cada cual desde su ámbito y su particular afán.

Porque dicen que Cristo resucitó el domingo. No nos queda más que saber  ya cuándo resucita Vitoria. Atentos a la evolución de los acontecimientos.