Hay muchos tesoros de la música hundidos en el mar del olvido como pecios. Algunos salieron a flote milagrosamente en aquel tiempo que parece ya lejano, cuando empezaron las descargas ilegales con Napster a principios del siglo veintiuno. Como era gratis, la gente se descargaba todo lo que pillaba, pensando bueno, ya lo escucharé, y almacenando en sus dispositivos toneladas de canciones. Aquellos que jamás hubieran comprado un disco de estos artistas, se los bajaban por curiosidad. Así se convirtieron en tesoros de la música.



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