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Internacional

Análisis

Mal trago para Correa

Jesús Torquemada

No parece que lo sucedido sea un golpe de Estado organizado, como dice Correa, pero no hay duda de que sus enemigos aprovecharán cualquier oportunidad para echarle.

Al presidente ecuatoriano Rafael Correa se le considera discípulo de Hugo Chávez. El presidente venezolano puso en marcha la Revolución Bolivariana; Correa llama a la suya Revolución Ciudadana.

Los dos comparten algunos objetivos. Por ejemplo, mejorar el nivel de vida de las clases populares, a las que los gobiernos anteriores nunca tuvieron en cuenta, y reducir la dependencia de sus países con respecto a Estados Unidos. La diferencia es que Chávez lleva doce años en el poder y ha conseguido crear un movimiento de masas que le respalda y controla las Fuerzas Armadas.

A Correa, que llegó al poder en 2007, no le ha dado tiempo de consolidarse y eso estuvo ayer a punto de costarle el cargo. Cuando llegó a la Presidencia, Correa prometió a los militares y a los policías mejoras salariales; pero, ante la crisis económica, ha tenido que retirar algunos beneficios que tenían los uniformados y eso ha llevado a una rebelión de los policías.

Aunque no cae en tantos excesos verbales como Chávez, Correa también es un político populista y paternalista. Se presentó en el cuartel de los policías sublevados creyendo que simplemente por ir allí y echarles un discurso los policías iban a deponer su actitud, y pasó justo lo contrario.

El asunto ha sido muy grave: nada menos que una agresión y una retención a un presidente en ejercicio. No parece un golpe de Estado organizado, como dice Correa, pero no hay duda de que sus enemigos aprovecharán cualquier oportunidad para echarle. Ya hay numerosos precedentes en Ecuador, donde cuatro presidentes cayeron entre 1997 y 2000 por revueltas populares, asonadas militares y conspiraciones parlamentarias.