Internacional -
Análisis
Bahréin ya no es un país desconocido
Hasta ahora, Bahréin era conocida solo por su Gran Premio de Fórmula 1 y porque su jeque dio asilo a Michael Jackson cuando afrontó un juicio por pederastia.
Jesús Torquemada
Hasta ahora, Bahréin solo era conocido por su gran premio de Fórmula 1. Y su gobernante, el jeque Hamad bin Isa Al Jalifa, porque dio asilo a Michael Jackson en la época en que el desaparecido artista afrontó un juicio por presunta pederastia.
Desde ahora, ese pequeño país del Golfo Pérsico ya es conocido también porque la revuelta árabe que ha sacudido Túnez, Egipto, Yemen, Argelia, Libia y Jordania ha llegado también allí.
Un país pequeño, pero muy importante estratégicamente. Está al lado de Irán y de Irak y Estados Unidos tiene allí la base para su V Flota, la que opera en el Indico. Por lo tanto, las luces de alarma se han encendido rápidamente en Washington, que ha perdido un aliado importante, Hosni Mubarak, y está en peligro de perder otro.
En Bahréin, la revuelta tiene sus propias características. Los manifestantes no sólo piden más libertad, sino también más derechos para los chiíes. Un 70% de los habitantes de Bahréin son chiíes, como la población del cercano Irán.
Sin embargo, la dinastía de los Al Jalifa, en el poder desde 1783, es suní. Y los chiíes se quejan de que el rey les discrimina porque los principales cargos políticos los reparte entre los minoritarios suníes.
De momento, Al Jalifa ha optado por la represión y ha desmantelado violentamente, al coste de al menos seis muertos, el campamento que los manifestantes querían establecer en la Plaza de la Perla de Manama, la capital, al estilo del ya célebre campamento de la Plaza de la Liberación de El Cairo.