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Arte

Entrevista

Serge Larzabal: 'La clave del futuro de la pesca es la transmisión'

EKE

Larzabal es presidente de la asociación de pesca marítima de Baiona. Nos habla de la muestra Itsasturiak, que la asociación EKE ha organizado en San Juan de Luz.

  • Serge Larzabal. Foto: Instituto Cultural Vasco / Euskal Kultur Erakundea

Serge Larzabal (1962, San Juan de Luz, Lapurdi) es presidente de la asociación de pesca marítima de Baiona. Con motivo de la muestra 'Itsasturiak' que el Instituto Cultural Vasco / Euskal Kultur Erakundea presenta en San Juan de Luz, reflexionamos con él sobre el mundo de la mar. Desde su experiencia, Larzabal ve la muestra como una herramienta de transmisión y difusión del mundo marino, y una forma de poner en valor un oficio.

Cuéntanos cómo era la pesca en tu infancia
Soy hijo de pescador, y mi padre tenía una embarcación, así que desde pequeño estuve muy metido en el mundo de la mar. Aún así, nos mandaban a la escuela porque mis padres no querían que nuestro futuro estuviera necesariamente unido a la pesca. Mi trayectoria en la escuela fue de lo más normal, y acabé estudiando electromecánica. Pero, para cuando cumplí los 14 años, ya pasaba todos los veranos en la mar, pescando. Después de terminar la mili, mientras buscaba trabajo, empecé en el barco de mi padre, donde estuve once años. Nos dedicábamos sobre todo a la pesca de la merluza con anzuelo. Me acuerdo que, cuando empezamos, pescábamos atún con caña, pero no duró mucho.

¿Por qué tus padres no te animaron directamente desde el principio a dedicarte a la pesca?
Es lo que siempre suele pasar en estos casos: Los padres siempre quieren que sus hijos estudien y lleguen lo más lejos posible. La escuela no se me daba demasiado bien, y era bastante vago... Cuando mi padre me pidió que fuera con él a la mar, a trabajar, comprendí que había entendido lo que yo sentía por la pesca. En este oficio hay momentos más dulces que otros, pero no me arrepiento, estaba orgulloso de ser pescador.

Tu padre, ¿te dijo que estaba orgulloso de ti?
En la generación de mi padre había mucho pudor. Nunca me habló claramente de ello, pero, a decir verdad, no tuve necesidad: he pasado once años con él en un barco, y, sabía, por su actitud y por su mirada, que estaba orgulloso de mí. Cuando dejé la pesca para asumir el cargo de presidente de Lekuko me pareció que estaba igual de contento. Nunca me ha puesto pegas, ni cuando tuve que coger su testigo en el barco.

¿Echas en falta la mar?
Nada más dejarlo, sí, sobre todo los dos primeros años. Pero no hubiera estado aquí estos últimos 21 años si no me gustara lo que hago. Cuando asumí el cargo solo tenía la obligación de ejercer durante tres años. No echo en falta el mar, pero no puedo decir lo mismo del mundo de la mar: me cruzo con profesionales todos los días, y en cuanto tengo un poco de tiempo, tengo la necesidad de caminar por un puerto. ¡Mi mujer está desesperada!

¿Cómo ves la muestra 'Itsasturiak'?
Cuando EKE nos presentó el proyecto, dijimos que sí enseguida. Aquí existía la necesidad de algo así, ya que el público en general, y sobre todo la gente joven y la gente de interior, conoce muy poco el mundo de la pesca. Lo contrario a lo que pasa al otro lado de los Pirineos, donde todos conoces de cerca ese mundo.

¿Y por qué tanta diferencia?
No se. Es algo cultural... Aquí los pescadores vivían en el puerto, y no entendían la necesidad de hablar de ello. Mientras las cosas vayan bien, se sigue trabajando, en silencio... Por desgracia, solo se habla de la pesca en los momentos más difíciles. Hoy en día cada vez tienen más fuerza la cultura del medioambiente y de la imagen, por lo que hay más necesidad de hablar de la pesca. Esa es una de las funciones que tiene la exposición.

¿Qué pretendes captar con la exposición?
Testimonios de pescadores que he conocido, otra época en el mundo de la pesca... Ver qué estaba bien, y qué no tan bien, y sacar conclusiones para el presente y para el futuro.

¿Qué ha cambiado en el mundo de la pesca?
La legislación. Las obligaciones, Europa… Podemos estar en medio del mar, en un barco, pero ser pescador ya no es un oficio ligado a la libertad, como el que conocimos hace veinte años. Las leyes son cada vez más rápidas, las cuotas, el medioambiente. El aspecto del medioambiente a nosotros nos interesa, sin ir más lejos por el tema de la calidad del agua. Voy a ser malvado: hay burgueses bohemios de París que han encontrado una especie de vocación por el medioambiente en asociaciones como WWF y Greenpeace. Es verdad que son necesarias, pero no hay que olvidar que a los pescadores, al final, no les queda más que la garantía de su oficio.

No voy a negar que por nuestra parte ha habido excesos, pero, hagamos lo que hagamos, siempre nos presentan como depredadores y destructores. Comparado con nosotros, tienen mucha capacidad de difundir el mensaje, y nosotros siempre somos los malos, aunque estemos a favor de la pesca sostenible y trabajemos mucho por ello. Hay quienes viven de ese oficio, y, no olvidemos, aman su oficio y el mar.

¿Ha cambiado el espíritu de esos pescadores?
A la fuerza! La cultura del medioambiente es parte de los hábitos de la sociedad, comenzando por la formación. Pero no es solo eso. El papel de la mujer también está cambiando. Tienen un estatuto, un oficio remunerado. Por otro lado, hay quien elige el oficio de pescador. La venta directa es también un punto positivo, y en San Juan de Luz, en el mercado de pescado, es algo aceptado, promovido y permitido. Como aspecto negativo, y esto es un análisis del todo personal, creo que las cuotas y los reglamentos han traído un individualismo nunca visto. A veces, las cuotas se establecen por embarcaciones.

En el puerto de San Juan de Luz, ¿la cultura de la pesca ha estado siempre ahí?
La solidaridad entre pescadores siempre está ahí, con fuerza. También tenemos gente joven en nuestro oficio, y eso pone cosas de manifiesto: sin cultura, no llegaríamos a esa generación joven.

El euskera, por otro lado, ha desaparecido...
Casi sí, pero no del todo. Hay un diccionario técnico en euskera, pero su utilización ha desaparecido. Cuando tenía cuatro año, no sabía ni una palabra en francés. Al llegar a la escuela, a mis padres les dijeron que era mejor que no me hablaran en euskera, en teoría, para que no me quedara atrás. Y lo he perdido. Era mi lengua materna, y también la de los pescadores. Con el espíritu, la transición no se ha asegurado. En la nueva generación del pescadores, nadie sabe euskera.

¿Cual es la clave de futuro para la pesca?
La transmisión es la clave del futuro de la pesca. Tenemos que saber garantizarla, y ese es nuestro mayor desafío. Nuestra tarea es trabajar para facilitar esa transmisión. Es un oficio difícil, pero tenemos nuestro patrimonio a nuestras espaldas. No es cualquier oficio, y no es como estar ocho horas en una fábrica. Es una fuente de sabiduría, y una forma de ganarse la vida. En mi opinión, hay que hablar de la pesca en ese sentido.

La exposición Itsasturiak no tiene razón de ser si la vuelta al pasado no se hace mirando al futuro, ¿verdad?
Eso es. Aunque muchas cosas se abordan desde el punto de vista del pasado, la exposición tiene que tener conexión directa con el presente y con el futuro. Uno no funciona sin el otro. No podemos, por ejemplo, seguir hablando solo de la caza de la ballena. Tenemos que conocer de cerca nuestra historia, para lograr un cambio mejor. Saquemos partido de nuestro patrimonio. San Juan de Luz ha sido un puerto pesquero, así es y así será, estoy seguro. La unión entre pasado, presente y futuro es lo que da un valor añadido a una muestra como Itsasturiak.