Bilbao BBK Live
Primer día
La doble personalidad de Mumford and Sons despereza el BBK Live
Natxo Velez | eitb.eus
Los británicos intercalaron su característico sonido folk con pasajes de rock de estadio ante 40 000 personas, en una ecléctica noche que inauguró el festival de Kobetamendi.
Ya ha comenzado la décima edición del festival Bilbao BBK Live: aquella aventura que rompió el hielo en 2006 encabezada por Ben Harper (sí, el mismo músico californiano que actúa hoy), Guns and Roses o Deftones ya es toda una referencia en el circuito musical, y el programa de su primera noche satisfizo a las 40 000 personas congregadas por el reclamo principal de Mumford and Sons en su segunda visita al festival.
Para inaugurar la jornada, elegimos la potente propuesta de Marmozets, enésimos acreedores de la etiqueta de "salvadores del metal británico".
Tras entrar al recinto y dejar a un lado las decenas de puestos que dan la bienvenida al visitante –en uno de ellos, un presentador se afanaba en invitar a los transeúntes a emular en un karaoke a David Bustamante (sí, a Bustamante) o a Freddie Mercury (hubo quien mejoró la osadía perpetrada por Kanye West recientemente en Glastonbury, cosa no muy difícil)–, asistimos en la carpa al filo de las siete de la tarde a una demostración empírica de las consecuencias del efecto invernadero en forma de un sofoco asfixiante.
Marmozets, quinteto británico formado por dos grupos de hermanos, propone una mezcla bien engarzada entre estribillos épicos y tintes de enérgico math rock con la actitud propia de quien quiere comerse el mundo. Los de Yorkshire del Oeste defendieron apoyados en la gran voz de su cantante Becca MacIntyre las canciones de su disco debut editada por la canónica discográfica metálica Roadrunner Records. Gran bienvenida al Bilbao BBK Live, con homenaje a Black Sabbath (tocaron un fragmento de “Iron man”) incluido.
Becca MacIntyre (Marmozets). Argazkia: Rythm and Photos (Last Tour)
Hipnotizados con la propuesta de los jóvenes Marmozets, demoramos nuestra llegada al segundo escenario, en el que era el turno de Black Rebel Motorcycle Club. El elegante trío californiano propuso medios tiempos con un contenido poso blues rock (“Shuffle your feet”…) y canciones más rockeras durante su show, en el que no gozaron del mejor sonido del día.
A continuación, llegó el grupo estadounidense Future Islands, primera propuesta que congregó un auténtico gentío en el escenario principal. Y no era para menos: el grupo capitaneado por el vocalista Samuel T. Herring ha levantado gran expectación, gracias en gran medida al torrente de voz y la peculiar forma de moverse en el escenario del propio Herring.
La voz, efectivamente, rayo muy por encima de una base musical bien ejecutada pero un tanto plana, pero que sirvió de base para un auténtico recital de movimientos espasmódicos, gritos guturales y filigranas vocales varias de Herring. Un auténtico espectáculo sobre el escenario.
Antes de la actuación del cabeza de cartel de la primera jornada, los también californianos Counting Crows abrieron en el segundo escenario una puerta a la nostalgia con mejor sonido esta vez que sus predecesores BRMC.
La banda de Adam Duritz, plena de calidad, cogió al público a contrapié al tocar su icónica canción “Mr Jones” a los diez minutos del comienzo, y, tras ella, siguieron desgranando a ritmo pausado otras joyas de su repertorio como “Omaha”.
Una de cal y una de arena
Tras la pausa para cenar (es reseñable la mejoría en este aspecto: sushi, comida tailandesa, marroquí etc., además de pizzas, hamburguesas y bocatas), con puntualidad extrema (no usaré, por manido, lo de británica), saltaron al escenario Marcus Mumford y sus secuaces, con un sonido espectacular desde la primera nota.
Desde el inicio fue palpable que esta segunda visita de los londinenses al festival (en la edición de 2012 actuaron por la tarde, en una jornada encabezada por Radiohead), iba a estar caracterizada por un ritmo un tanto irregular, ya que el público acogía con un entusiasmo mayor, como dejó patente desde el principio una enardecedora “I will wait”, las canciones de su primera época. El banjo fue acicate del baile en la noche bilbaína.
Y es que el grupo londinense ha claudicado ante el pop mainstream en su nuevo disco Wilder mind, bajo los mandos del productor James Ford (Arctic Monkeys) y el músico Aaron Dessner (The National), dejando de lado sus rasgos definitorios hasta la fecha (sonidos acústicos, dobros, banjos…).
De cualquier manera, la banda está conformada por excelsos multinstrumentistas que ofrecieron un gran concierto en Kobeta, ejecutado con maestría musical y regalando emocionantes melodías vocales.
No cabe duda de que Mumford and Sons han obrado con valentía al desprenderse para este tercer disco de los elementos celtas que moldeaban su propuesta. Pero resulta un tanto desalentador comprobar cómo han dejado de facturar canciones con potencial para poner patas arriba y emocionar a la audiencia (“The cave” sin ir más lejos”) en aras de atrincherarse en un sonido vacío y plano, ya oído mil veces antes.
Tras el concierto de los británicos, quizás llevados por la nostalgia, paramos en la carpa para ver qué ofrecían los veteranos Dover. No fuimos los únicos en alumbrar esa idea, desde luego, ya que con el aluvión de gente que congregaron los madrileños se podía haber llenado la carpa cinco veces. Supieron dar al público lo que pedía a esa hora: rock y sus clásicos.
Y tras la actuación de Dover, decidimos escaparnos, ya que hay que regular fuerzas en una cita de tres días. Mañana y el sábado, más.