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Las bombas de Siria no pueden con la sonrisa infantil

La crudeza de la guerra convierte a los niños en los más vulnerables pero también en los que más rápido tratan de supèrarlo

  • 13:04 min
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Son ya ocho años lo que dura la guerra de Siria. Un conflicto del que no se oye hablar pero que cuya crudeza sigue estando muy presente. Aunque los ataques y las bombas se hayan reducido tras el acuerdo internacional entre Turquía y Rusia, cada semana la explosión de minas o ataques exporádicos provoca la muerte de numerosos niños. Solo el año pasado más de 1.000 menores perdieron la vida atrapados en los fuegos cruzados o víctimas de los bombardeos o minas.

Unicef trabaja sobre el terreno para proteger a los millones de niños que se ven obligados a huir del terror. Una huída interna, a zonas más seguras de Siria o los más extremos a otros países en busca de ayuda. La situación se ha relajado en parte pero aún más de dos millones de menores no pueden ir a la escuela, no tienen garantizada una asistencia sanitaria ni agua potable aunque se hayan silenciado las bombas.

Sin embargo son los más vulnerables lo que más rápido logran sacar una sonrisa ante la tragedia. En menos de una semana se les ve correr, jugar al futbol o cantar en alguno de los diferentes campamentos que las ONG han instalado a lo largo de Siria. Unas sonrisas que no pueden esconder las consecuencias psicosociales que todos los niños terminan sufriendo después de vivir una expericiancia tan dura. Una situación que en un futuro les puede acarrear problemas.

Los voluntarios que trabajan con ellos, como el delegado de Unicef, Fran Equiza,  se muestran esperanzados. Asegura desde Damasco que son los niños los que, dentro de lo posible, piden tratar de volver a la normalidad, especialmente a la escuela. Con la llegada del invierno, la situación se complicará por el frío. Por ese motivo Unicef quiere alcanzar los 450.000 kit de ayuda para que todos ellos puedan superar mejor las bajas temperaturas a las que se verán sometidos en los próximos meses.