Cerrar

mas que palabras

Entrevista

Teresa Alonso a Celia Santos: “He vuelto a vivir mi vida leyendo este libro”

A.C.A

Teresa Alonso es una de las pocas ‘niñas de la guerra’ que continúan con vida. Celia Santos recoge en “La niña de Rusia” sus sobrecogedores testimonios.

  • "La niña de Rusia" de Celia Santos. Ediciones B.

    "La niña de Rusia" de Celia Santos. Ediciones B.

    17:22 min
imagen player
imagen player
imagen player

La escritora Celia Santos (Bergara, 1972) conoció a Teresa Alonso (Donostia, 1925) a través de la Associació Catalana d'Expresos Polítics del Franquisme. El presidente de la asociación, le contó a Celia Santos la historia de Teresa Alonso. Cuatro frases bastaron para que la escritora no dudase en llevar su historia a la literatura. Como la propia autora afirma, Teresa tenía muchas ganas de que alguien contase su historia: "Confluyeron las dos corrientes y lo que empezó hace tres años, tiene como resultado este libro". En estos tres años Celia ha recopilado el tesoro de "más de 100 horas de conversaciones grabadas" con Teresa. El resultado de todas esas conversaciones e historias se ven reflejadas en el libro "La niña de Rusia" publicado por Ediciones B.


Debido a la Guerra Civil española, más de 30.000 niños tuvieron que ser exiliados al extranjero. De ellos, en torno a 3.000 menores, principalmente vascos y asturianos, fueron a la Unión Soviética. No fue hasta finales de los años 50, cuando los llamados 'niños de la guerra' pudieron regresar.


El cambio supuso un gran contraste. Llegaron de una república comunista a una dictadura franquista. En plena Guerra Fría, con intención de estrechar lazos internacionales, Franco dejó entrar en Madrid a la Agencia de Inteligencia Estadounidense, la CIA, para interrogar a los niños que llegaban desde la URSS en una operación clandestina llamada 'Project Niños'. Teresa era una de ellas.


Hoy Teresa tiene 97 años. Vive sola, con su fotos y sus recuerdos. Camina cansada pero no se abandona. Le tiemblan las manos por el Parkinson, pero cada mañana sigue acudiendo a la piscina y nada durante una hora. Dice que el agua le da vida. Sus ojos cansados vieron Gernika en llamas, justo cuando su tren se dirigía a Bilbao, para partir en un barco hacia un exilio muy largo que daría con sus huesos en Moscú.