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por la sombra

HISTORIA DE ALAVA

La Batalla de Vitoria protagonista de la historia alavesa

Isabel Mellén, de la Asociación Álava Medieval-Erdi Aroko Araba, nos lleva a recorrer los momentos previos y los posteriores a la batalla de Vitoria

  • EITB

    Isabel Mellén, Alava Medieval-Erdi Aroko Araba

    31:00 min
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La Batalla de Vitoria

El paso de Fernando VII por Vitoria

Nos vamos a trasladar a Vitoria, a la madrugada del 19 de abril de 1808. Concretamente nos iremos a las inmediaciones de la plaza Nueva, donde se percibe gran alboroto en las calles. Todavía de noche, un gran grupo de vecinos, reunidos en tabernas y cafés, y en las calles y plazas aledañas, tratan de evitar la marcha de un individuo, que pretende emprender un viaje en mitad de la noche. Los vitorianos bloquean las ruedas del carruaje, se abalanzan sobre él y cortan las riendas de los caballos para que el personaje que lo ocupa no abandone la ciudad bajo ningún concepto. Los atacantes del vehículo profieren vivas a España y al rey, y están dispuestos a dar la vida si es preciso para evitar su marcha. Y es que este viajero misterioso que está en el carruaje no es otro que el rey Fernando VII. Fernando había llegado unos días antes a Vitoria procedente de Burgos, donde tenía prevista una entrevista que no se llegó a producir con el mismísimo Napoleón Bonaparte. Ahora el emperador francés le citaba en Bayona, adonde se dirigía el rey español. Los vitorianos sabían que esa reunión era una trampa y trataban de evitar el desastre inminente.

La ocupación francesa de Álava

Si Vitoria fue uno de los últimos lugares en los que paró Fernando VII antes de perder la corona, también fue uno de los primeros en ser visitado por el nuevo rey, José Bonaparte, en cuanto la recibió. El nuevo monarca llegó a Vitoria el 12 de julio de 1808 y se hospedó, como no podía ser de otro modo, en el palacio de los Marqueses de Montehermoso, donde tenían lugar las reuniones de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, que recordemos que eran proclives a las ideas francesas.

Sin embargo, desde unos cuantos meses antes, las tropas francesas estaban ocupando la ciudad y consumiendo los recursos de los vecinos, que estaban obligados a mantener a los soldados. Como no había espacio para todos ellos, decidieron ocupar los principales conventos e iglesias de Vitoria. Así, lugares como los desaparecidos conventos de San Francisco o de Santo Domingo, iglesias como las de San Antonio, la de Santa Clara o edificios como el recién creado Hospital de Santiago fueron destinados a acoger no sólo soldados, sino la galleta que comían y las armas que traían consigo.

También estuvieron establecidos en otras zonas de Álava, como por ejemplo en La Puebla de Arganzón, donde han dejado huella de su paso. En esta villa se acuartelaron en el antiguo hospital de peregrinos de San Juan y en la ermita aledaña de Nuestra Señora de la Antigua. A día de hoy, todavía se pueden ver en las fachadas de ambos edificios una serie de curiosas inscripciones de apellidos franceses, la fecha de 1812 y un águila imperial; todas ellas marcas realizadas por los soldados de Napoleón que se atrincheraron durante la guerra de la Independencia. De su paso por la localidad dio cuenta el escritor Benito Pérez Galdós, que en su relato “El equipaje del rey José”, dentro de sus Episodios Nacionales, nos narra las andanzas de estos soldados en la Puebla de Arganzón antes de la definitiva Batalla de Vitoria.

El escenario de la batalla

El 21 de junio de 1813, el día de la batalla, amaneció lluvioso y frío. Pronto saldría el sol, pero las tormentas regresarían por la noche. Esta climatología y las aguas que habían caído los días anteriores hicieron que los caminos de los alrededores de Vitoria se encontrasen embarrados y fueran difíciles de transitar para las tropas. Además, la zona occidental de la Llanada alavesa, desde La Puebla de Arganzón hasta Durana, donde se desarrollaría esta batalla, era mucho menos diáfana y tenía más obstáculos que en la actualidad. Para empezar, los caminos que recorrían este territorio eran muy estrechos, mal acondicionados y eran de herradura, pero no estaban preparados para los carros. Además, toda la zona estaba plagada por bosques comunales con vegetación muy cerrada, campos de cultivo con sus correspondientes tapias de piedra, que impedían el avance libre de las tropas, e incluso había lugares pantanosos donde se hundían los caballos y los carros, como las “balsas de Zurbano”, que cubrían el terreno desde Zurbano hasta Betoño y que hoy se corresponde en gran medida con nuestros humedales de Salburua. Esta orografía convertía a la Llanada en un auténtico laberinto donde la caballería no podía transitar, lo que convirtió a las tropas de infantería en las verdaderas protagonistas de la batalla.

El general Álava

Pero si hay un auténtico protagonista en este día, ése es Miguel Ricardo de Álava y Esquível, más conocido simplemente como el General Álava. Este noble de exquisita educación, puesto que había cursado estudios en el Real Seminario de Nobles de Vergara, optó desde muy joven, con sólo 13 años, por la carrera militar. Fue ascendiendo dentro de la Armada y participó en infinidad de batallas marítimas, logrando gran prestigio como navegante. Cuando estalló la guerra de la Independencia, el general Álava se encontraba retirado en su palacio de Vitoria, ubicado todavía en la calle Herrería. Fue elegido representante de las Juntas Generales de Álava y acompañó personalmente a José Bonaparte en su entrada en la península tras las abdicaciones de Bayona, siendo testigo en Vitoria de cómo las Juntas Generales proclamaban rey al hermano de Napoleón a punta de bayoneta en la propia vía pública. Tras este incidente, en el que vio clara la treta del emperador francés y pudo comprobar cómo los Bonaparte pretendían sustituir a los Borbones en el trono de España, huyó a Madrid y desde entonces luchó contra los franceses, convirtiéndose, junto con su amigo el Duque de Wellington, en uno de los grandes líderes de la resistencia a la invasión.

El desarrollo de la batalla de Vitoria

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