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por la sombra

HISTORIA DE ALAVA

Hoy la historia de Álava de finales del s. XIX y principios del s. XX

Isabel Mellén, de la Asociación Alava Medieval-Erdi Aroko Araba,nos habla de la renovación urbanística de Vitoria, de la llegada del tren o de la Catedral Nueva

  • EITB

    Isabel Mellén. Álava Medieval-Erdi Aorko Araba

    34:41 min
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Álava entre el progreso y la tradición

Anécdota del traslado de presos

Nos vamos al día 27 de abril de 1861, a las ocho de la mañana. En pleno centro de Vitoria está teniendo lugar un curioso desfile que atrae la atención de las vecinas y vecinos de la localidad. Entre fuertes medidas de seguridad se ha formado un pasillo entre la cuesta de San Vicente y la calle la Paz para trasladar a un contingente de personas que caminan encadenadas, algunas de ellas con grilletes en los tobillos.

Son los presos de la ciudad, custodiados hasta ese día en la antigua casa de Pedro López de Ayala, habilitada desde 1522 como la cárcel. Este palacio se ubicaba justo al lado de la iglesia de San Vicente y, como nos podemos imaginar, no estaba precisamente acondicionado para su función como prisión. Por lo tanto, desde el siglo XVI hasta el XIX las personas que habían pasado por esa cárcel habían vivido en un estado de hacinamiento, con pocas medidas higiénicas, muchas veces sin ventilación y con constantes epidemias que habían hecho que muchos de los que tenían que haber pasado poco tiempo en prisión finalmente la tuviesen como último destino. Además, no había separación entre los reos, por lo que mujeres y hombres compartían un mismo espacio y los criminales más peligrosos se juntaban con los más inofensivos.

Los presos caminan por las calles de Vitoria, algunos viendo la luz por última vez, hasta su nuevo destino en la cárcel celular, pionera y modelo a seguir a nivel nacional, que se acaba de construir enfrente del hospital de Santiago. Esta penosa procesión no hace sino despertar los sentimientos de lástima y de malestar de unos ciudadanos que no pueden evitar la curiosidad que les produce semejante espectáculo. Tratan de asomarse a los carros para ver los rostros de los reos más peligrosos y de los condenados a muerte. En total son 47 presos varones, aunque las trece mujeres encarceladas en esas fechas serían trasladadas al mismo punto tres días más tarde.

Este traslado de presos ejemplifica a la perfección un proceso que comenzaba a darse desde mediados del siglo XIX hasta inicios del XX. Vivirán los reos en sus propias carnes el paso desde un mundo tradicional hasta la promesa de una nueva modernidad pensada para traer progreso y bonanza a toda la provincia. Las tensiones que se van a producir entre un mundo que se va y la esperanza de uno nuevo no siempre serán del todo bien resueltas. Sin embargo, en este período se marcará un antes y un después que llevará a que Álava sea considerada como uno de los lugares pioneros en implantar las nuevas propuestas higienistas e industriales que comenzaban a darse en toda Europa, y a que Vitoria sea conocida en esos tiempos, por su apuesta por la educación y la intelectualidad, como la “Atenas del Norte”.

La nueva cárcel celular

La cárcel celular había terminado su construcción a finales del mes de marzo de 1861 y era una de las principales consecuencias del cambio de mentalidad que estaba teniendo lugar en esa época. En Álava comienzan a calar las nuevas ideas higienistas y los nuevos planteamientos de las cárceles, según los cuales se pretende humanizar esos espacios y que sirvan para la redención y la mejora moral de los presos. Por ello, el ayuntamiento determinó que era necesario construir una nueva prisión que integrase estos principios.

La nueva cárcel, ubicada en la calle La Paz hasta 1974, seguía el modelo de panóptico del filósofo Jeremy Bentham, que consistía en una planta centralizada del edificio en medio del cual se ponía una garita de vigilancia. Desde ahí, viendo sin ser visto, el vigilante podía en todo momento controlar a los presos, que estaban bajo perpetua observación. Además, cada uno de ellos contaba con una celda individual en la que había una mesa, un retrete y un camastro, velando en todo momento por las medidas de higiene. En el caso de la cárcel celular de Vitoria, la planta del edificio era de cruz latina y estaba rodeada por unos muros y torreones de vigilancia en las esquinas. En cada una de las alas había un tipo diferente de presos y en el medio, finalmente, en vez de una garita de vigilancia, se colocó un altar para que los reos pudiesen asistir a misa todos a la vez y hubiera un referente moral constante. Esta nueva cárcel fue motivo de admiración por parte de los intelectuales del momento.

Las medidas higienistas y la destrucción de las murallas medievales

El higienismo fue una corriente de pensamiento que se popularizó en el siglo XIX según la cual se comenzaba a plantear el problema de la enfermedad como una cuestión social que iba más allá del cuidado de los cuerpos, sino que también se aplicaba al urbanismo y a la ciudad. Ya hemos visto cómo la nueva cárcel se creó en buena medida para solventar cuestiones de higiene, pero también va a haber una serie de reformas en Vitoria para evitar las enfermedades. Durante las guerras carlistas ya vimos cómo la disentería y las fiebres tifoideas hicieron mella sobre la ciudad, pero si hubo una mal protagonista en Álava ése fue el cólera. Fueron varios los brotes de esta enfermedad que se dieron en Álava y especialmente en Vitoria, donde las medidas higiénicas brillaban por su ausencia en el casco histórico. A modo de ejemplo de la virulencia de estas epidemias conservamos un escrito de la comisión de Hacienda de la Diputación del 25 de abril de 1856 que dice que “el año último el azote del cólera morbo llenó de aflicción y de luto el territorio alavés, originando grandes desembolsos que fue preciso satisfacer por salvar la existencia de los pueblos”. Fue precisamente en esas fechas cuando se decidió demoler las murallas bajas de la ciudad de Vitoria, que se conservaban completas, con todas las puertas medievales que cerraban a cal y canto las calles del casco histórico por las noches.

La formación de la Diócesis de Vitoria

La ciudad medieval también se vería transformada por otro hecho trascendental que afectaría a toda la provincia de forma radical: la formación de la diócesis de Vitoria. Álava había tenido un obispado desde el siglo IX hasta el XI con su sede en Armentia hasta que en 1076 fue trasladado a Calahorra. Desde entonces se había convertido en obsesión de los alaveses volver a recuperar su diócesis y hubo varios intentos a lo largo de los siglos para lograrlo. Una de las oportunidades históricas donde más cerca estuvieron de conseguir la diócesis fue en 1522, con la elección de Adriano de Utrecht como el papa Adriano VI cuando estaba en Vitoria. Ahí lograron arrancarle al nuevo pontífice la promesa de reinstaurar la diócesis alavesa, pero éste murió sin haber podido cumplir el encargo. Por ello los alaveses tuvieron que esperar hasta 1862 y, para escindirse de la diócesis de Calahorra, hubo que acondicionar la ciudad para acoger una nueva sede episcopal. Se realizaron obras en la colegiata de Santa María para que pudiese ser consagrada como catedral y se reformó por completo el palacio de Montehermoso para que funcionase como palacio del obispo, adquiriéndose los terrenos de alrededor para dependencias y cocheras. También se construyó un seminario conciliar, que es el edificio que está en la Plaza de Santa María, justo enfrente del pórtico de la iglesia. El día 28 de abril se consagró la catedral con un acto lleno de boato para inaugurar la diócesis de Vitoria, que en aquellas fechas englobaba los territorios de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Este hecho hizo que la capital pronto se llenase de sacerdotes y miembros de la jerarquía eclesiástica, lo cual, sumado a la enorme cantidad de cuarteles que había, contribuyó mucho a esa imagen de ciudad de curas y militares, que pasó a ser conocida con la expresión de “ciudad de rancho y agua bendita”.

Los inicios de la construcción de la catedral nueva

Pero enseguida quedó insuficiente la catedral recién consagrada. Vitoria estaba creciendo a espaldas del casco medieval y el hecho de haber conseguido de nuevo tener una sede episcopal era la excusa perfecta para crear una nueva catedral que ejemplificase esa ciudad moderna que Vitoria quería ser. Sin embargo, la construcción del nuevo edificio fue una auténtica tortura que se prolongaría durante setenta años. Cuando se completó la cripta en 1911 ya habían rebasado con creces el presupuesto, lo cual, sumado a algunos problemas constructivos, hizo que se detuviesen las obras y no se retomasen hasta 1946. En ese tiempo lo que estaba edificado de la catedral se comenzó a llenar de maleza debido al abandono, por lo que en Vitoria se la conocía como las “ruinas de la catedral nueva”. El proyecto original, que imitaba a partes iguales a la catedral de Burgos y a la de Milán, no se pudo completar y tuvieron que conformarse con un proyecto más barato y más sencillo, que finalmente se dio por completado en 1973.

La llegada del ferrocarril

Pero si hay una novedad importante en el urbanismo vitoriano ésa es el ferrocarril. El primer viaje de prueba del Ferrocarril del Norte, que unía Madrid con Irún pasando por Vitoria, se realizó el 20 de julio de 1862, aunque no se inauguró la línea de forma oficial hasta 1864. Debido a la ubicación de la estación se proyectó una nueva arteria que uniese el punto de llegada a Vitoria con el resto de la ciudad, creándose en ese momento la calle Dato, que se llamó en un principio calle de la Estación. La idea era que vinculase mediante una línea recta la parada del tren con la plaza nueva, pero en la actualidad existe una pequeña descentralización entre ambos puntos debido a que para emprender el trazado de la avenida tuvieron que lidiar con los propietarios de las casas y huertas que había por la zona y no pudieron convencer a algunos de vender sus terrenos. Como vemos, la tensión entre el mundo tradicional y el moderno hace que los nuevos proyectos e ideas se tengan que adaptar a la mentalidad antigua.

La primera industrialización en Álava

Generalmente se habla de un fracaso en la industrialización alavesa, alegando que llegó tarde y no obtuvo los resultados esperados. Sin embargo, esa percepción no es del todo cierta. Hacia finales del siglo XIX y principios del XX se crearon industrias muy señeras en Álava y algunas de ellas pioneras en todo el estado, pero sí que es cierto que se pusieron unas altas expectativas en esa idea de progreso que venía asociada con la industrialización y que hizo que todo el proceso estuviera idealizado. Además, esa nueva industria tenía que lidiar con una sociedad en la que existían una serie de instituciones muy tradicionales y poco flexibles, como el ejército, que prácticamente tenía ocupada la ciudad de Vitoria con multitud de cuarteles, la Iglesia, que había incrementado exponencialmente su presencia con la fundación del nuevo obispado, y una élite nobiliaria anclada en el pasado, que basaba su poder en la propiedad de la tierra y poco dada a la inversión.

La Atenas del Norte

En esta época de creencia en el progreso se retomaron algunas iniciativas y viejas ideas de los ilustrados del siglo XVIII, los que se reunían en torno a la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, cuyas iniciativas habían sido frustradas por las guerras, las crisis y las enfermedades. Sintiéndose heredera de aquellos pensadores del siglo XVIII, la nueva intelectualidad alavesa trató de emular sus tertulias y reuniones científicas. Hacia mediados del siglo XIX era tanta la efervescencia intelectual en Vitoria que se ganó el apelativo de la “Atenas del Norte”. Se apostó por la enseñanza a través de varias escuelas femeninas y masculinas, se desarrolló el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, la Universidad Libre de Vitoria y también floreció la academia de Bellas Artes. Esa época conoció el auge del periodismo, que publicaba todo tipo de temas culturales en semanarios o revistas. Pero sobre todo hubo una institución que aglutinó a todos los pensadores del momento: la Sociedad El Ateneo.