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Opinión

La Columna de José Félix Azurmendi (19/04/2014)

JFA

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¿Qué te sugiere la muerte de Gabo en esta víspera de Aberri Eguna? ¿Alguna relación tuvo con lo vasco?

Se acabó de morir Gabriel García Márquez en Semana Santa y en México. Como si hubiera elegido el tiempo y lugar más literarios para hacerlo. Desde hace años, un testamento apócrifo circulaba ya por la Red asegurando que estaba muerto en realidad. Ha escrito libros maravillosos a los que les ha dado títulos que se han convertido en sentencias. Ha sido testigo y cronista de los hechos y las vidas más relevantes de un siglo en el que hubo de todo. Ha sido un hombre del XX al que le han sobrado los años sobrevenidos el XXI.

Nuestro Salbador Garmendia, el de Zaldibia –hubo otro Salvador Garmendia, excelente escritor en Venezuela-, me pidió ayuda para traducir al euskera la expresión mamadera de gallo. Tenía entre manos en aquel convulso ochenta recién estrenado la “Crónica de una muerte anunciada”. José Vicente Katarain, el primer editor de Gabo, el de “Cien años de soledad”, le había encargado traducirlo a nuestra lengua. Katarain es un colombiano que se supo vasco a través de Abrisketa, el bilbaino más colombiano que se pueda uno imaginar: el recopilador ingente en su espacioso penthouse de Bogotá de cuanta revista y libro veían la luz en los años de exilio vasco universal, legados luego a Lazkao, Deusto, Gasteiz. Me preguntó Xalba  por el significado de la mamadera de gallo, y le respondí que en euskera era, es, “adarra jo”.

La muerte de García Márquez me ha traído al recuerdo a Francisco Abrisketa, y un Aberri Eguna de primeros de los setenta que compartimos en un convento franciscano a las afueras de la capital colombiana. El abertzalismo no dejó de celebrar en el exilio exterior y el familiar el domingo de Resurrección, con espíritu resistente y esperanza en un futuro mejor. Hoy, el abertzalismo instalado se lamenta por bajines de que Aberri Eguna caiga en fecha tan inapropiada, entre fiestas y fiesta, cuando todo el mundo está fuera. Hoy, no pocos vascos de la diáspora, entre nieves unos y calores otros, en inglés, francés, español y chino, lo celebran ilusionados y en comunidad nacional.

Una celebración ritualizada y previsible cubrirá mañana aquí el expediente del día de la patria vasca, unos en plaza nueva, otros en plaza vieja. Todos, con mensajes adecuados a las circunstancias, a la votación de turno. Mañana dirán las primeras páginas de los diarios hostiles, un año más, celebración desunida de Aberri Eguna, etc., etc. Mostrarán los diarios afectos convenientes imágenes de una celebración que vivió tiempos mejores. Todo, muy anunciado, y muy poco resurrecto. Por cierto, la traducción de Salbador Garmendia se tituló “Heriotza iragarritako baten kronika”.

No quiero pasar a otros temas, sin hablar antes del puñetazo que le pegó Vargas Llosa a García Márquez en México por cuestiones, naturalmente, de celos y mujeres. Motivos hubo para que el puñetazo hubiera sido por cuestiones políticas, pero ese derechazo del peruano es de más pedestre explicación. Me lo contó el periodista Paco Igartua, un peruano hijo de oñatiarra, amigo de Vargas Llosa, que fue quien retiró de la escena al agresor mientras otros atendían al agredido. Recordaban los escritores sus tiempos de Barcelona, salió a colación la escapada de Mario con una belleza nórdica, salieron las atenciones que en su ausencia habría prodigado el costeño a la despechada esposa. Me contó Igartua que lo último que oyó antes de que saliera lanzado el puño de Varguitas fue: “Además tú eres muy feo”. Mario Vargas Llosa era, y se sabía, buen mozo.

¿Qué hay en tu recuento semanal además de literatura y celebraciones patrias?

Lo he leído en un confidencial, pero seguramente es verdad. Dicen que los turistas españoles que acuden a Belfast, que no deben ser muchos, se sorprenden al ver a Otegi homenajeado en “el camino de la paz”, una de las zonas más concurridas de la ciudad. En el muro que separa los dos barrios y las dos comunidades, junto a las pintadas que piden la liberación de presos del IRA, hay otra que la reclama para Arnaldo Otegi. Se asombran también los turistas españoles de que otra gran pintada pida libertad para más de 700 presos políticos vascos en cárceles españolas y francesas. Un par de mensajes completan el mural: “Stop a los juicios políticos en el País Vasco”, “es hora de pasar página”. No sin leerla antes, se suele decir.

En estos días hay también mucho turismo por nuestras calles

El éxito de público que no de crítica de la película “Ocho apellidos vascos” ha estimulado por lo visto nuestro turismo político-festivo. Cuentan las crónicas que han sido muchos los que han preguntado en esta semana vacacional por los lugares donde se han rodado las escenas más desternillantes. No seré yo quien emita un juicio sobre lo justificado o no del éxito de la película, porque no la he visto, pero sí he visto que los más cabreados con el show son los Juaristi, Savater, Zarzalejos y compañía. Confieso que son ellos sobre todo los que me han animado a ver la película pero, eso sí, cuando salga en DVD.

Aquí, por cierto, los turistas político-festivos no podrán sorprenderse, como en Belfast, con pintadas testimonio de lo vivido y lo que resta, porque las han borrado todas. No hubiera estado mal conservar algunas. Por pedagogía.

Ministros españoles congregados por una buena causa

¿Se acuerdan de Cristina Garmendia, la donostiarra que fue ministra socialista de Ciencia e Innovación Tecnológica, a la que creíamos desaparecida en combate? Pues no. Nos enteramos ahora de que es ella la dinamizadora de una fundación que financia José Bono en la que aspiran a reunir a ministros que lo fueron en el PP, el PSOE y la UCD. Se llama la fundación España Constitucional y quieren en su primera reunión, a finales de mayo, reflexionar sobre el modelo de Estado. La memoria de Suárez va a estar muy presente, Marcelino Oreja y otras viejas glorias ha confirmado su concurso, Eduardo Zaplana, que hará de anfitrión en Valencia, está muy interesado. La jornada inaugural será en Valencia, para trasmitir la idea de que no todo pasa por Madrid, sino que España es mucho más plural.

No seré yo quien diga ni lo de ¡vaya tropa!, ni lo del cementerio de elefantes, ni dios los cría y ellos se juntan, ni todas esas vulgaridades que el jumelage sugiere.