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Opinión

La Columna de José Félix Azurmendi (21.06.2014)

JFA

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Monotema real, el mensaje de Felipe VI, la recepción, la prensa extranjera, monarquía y fútbol

Después de pasar horas ante el televisor y revisar unos cuantos diarios y confidenciales, la impresión que me queda de la operación real es la de la indiferencia de las mayorías por una representación que se pretendía histórica. La complicidad de los medios de comunicación no ha sido suficiente para vender la imagen de un acto histórico. No ha habido emoción, no ha habido adhesión, no ha habido siquiera una fuerte oposición. Lo que ha reinado es la indiferencia, una general indiferencia con la clase política y administrativa, con los rectores del sistema, con la cabeza del Estado.

Muchos de los medios de comunicación han subrayado del discurso del rey entrante el mensaje de que en España hay sitio para todos. Me ha traído al recuerdo una broma de juventud, aquella que decía que España es, en efecto, una, grande y libre. Porque si hubiera dos, todos cogeríamos para la otra; porque es tan grande que caben todos los españoles y un montón de americanos: y libre, porque se puede elegir entre comprar la Gaceta o el Correo.

El mensaje de Felipe VI

Me ha llamado la atención que el rey entrante haya apelado a la honestidad como virtud prometida, que es lo mismo que reconocer que el saliente no la ha cultivado; lo mismo que prometer que el hijo no va a seguir los pasos de su padre en este punto.  Me imagino la cara de Juan Carlos al oírlo, su cara de cabreo real. Dicen los que siguen de cerca estas cosas que el rey padre está muy enfadado por la manera y premura con las que ha sido forzado a abdicar. Enfadado porque lo de su aforamiento vaya a pasar por unas semanas de incertidumbre.

La que estaba radiante era la reina madre. Más profesional que nunca. Serena. Ganadora. La más aplaudida, como si de agradecerle su paciencia con el Borbón padre se tratara. Como si se tratara de compensarle por los malos ratos y bochornos que le ha hecho pasar su esposo.

La recepción

En la Plaza de Oriente y por las calles de Madrid hubo poco pueblo y mucha policía. En los salones de Palacio hubo multitud. Empresarios, políticos, toreros, cantantes y  periodistas. A los especialistas de Madrid no les ha pasado inadvertido el gesto adusto del lehendakari Urkullu en el Parlamento, y no les ha pasado por alto el cabezazo de Josu Jon Imaz ante su Majestad, con el comentario de que el próximo gran capo de Repsol no parece querer saber mucho de política. Tampoco les ha pasado inadvertido el comportamiento de nuestro paisano juez Grande-Marlaska, “escoltado por una periodista entrada en carnes –dicen-, como niño con zapatos nuevos,  eso que es de Bilbao”. Por lo visto, no paraba de hacerse fotos, “encantado de haberse conocido”.

La  prensa  extranjera

Siguiendo una costumbre de tiempos de la dictadura, me he asomado al francés Le Monde, que ya no es lo que era, pero que sigue teniendo al eterno “cartunista” Plantu en portada. Ha dibujado éste a Juan Carlos abatido por un elefante enorme, ha dibujado a un futbolista español abatido por un ratón vestido de chileno. Porque la abdicación coincidió con las derrotas de la selección española de fútbol, lo que fue visto por Le Monde y otros como más relevante que la trasmisión de corona de Juan a Felipe. Que la roja española cayera derrotada de esta manera ha parecido más noticia que la crónica de una trasmisión apresurada de cetro, sin testigos molestos, ni de casa ni de fuera. La comparación con la manera como los británicos hacen estas cosas ha sido inevitable.

Monarquía y fútbol

Una noticia que, una vez más, reúne monarquía y fútbol. Jorge Mendes, el agente más importante del fútbol mundial, parece dispuesto a comprar el yate Fortuna, escenario de despelotes reales durante unas cuantas décadas. El Fortuna está en venta, no encuentra comprador, es caro, pesado e inútil, como su patrón, pero el agente portugués está dispuesto a librarle de la vergüenza por la que ya pasó otra histórica embarcación, el Azor, que terminó de anuncio de carretera en un restaurante de tercera. Acompañado de su esposa, estuvo la semana pasada en Mallorca comprobando las bondades del yate que 25 empresarios regalaron a Juan Carlos en 2001. El anterior Fortuna se lo había regalado el rey saudí Fahd. Da gusto tener amigos así. Se han dado prisa, por cierto, a cambiarle el nombre… Sic transit gloria mundi!