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Opinión

La Columna de José Félix Azurmendi (11.04.2015)

JFA

La cumbre de Panamá, con el saludo de Raúl Castro y Obama. Vascos en Panamá. Esta semana se han cumplido tres años de la muerte de Iñigo Cabacas.

La cumbre de Panamá, con el saludo de Raúl Castro y Obama

El mundo sigue con atención, con curiosidad al menos, lo que está sucediendo en Panamá, ese país que ha hecho de la geografía su mayor valor. Ayer, Raúl Castro y Obama se dieron la mano y hoy participarán conjuntamente en la VII Cumbre de las Américas, la de la reconciliación, que se dice exageradamente, porque no es lo mismo saludarse, reconocerse, tolerarse, que reconciliarse. ¡Si lo sabremos aquí!

Las miradas están puestas en Panamá, un pequeño país estratégicamente situado que ha sido testigo de muchas historias vascas. Papeles falsos facilitados por un cónsul suyo hizo posible que el lehendakari Aguirre no cayera en manos de los alemanes, mientras otro diplomático venezolano hacía lo mismo con su mujer e hijos. Desde sus costas pirateó y espió el Cojo Lecube, el primo más aventurero del lehendakari, que a punto estuvo de ser fusilado por los británicos antes de que se reconvirtiera en un aliado eficaz contra los nazis.

Jesuitas vascos, temprana y sólidamente asentados, ayudaron al exilio del 37 y un jesuita bilbaino, Xabier Gorostiaga, asesoró al presidente Torrijos en las negociaciones con Carter para la devolución del Canal en el año 2000. Panamá fue mediados los ochenta el destino de los primeros refugiados de ETA deportados a media docena de países de Africa y América Latina. Un sacerdote de Pasaia de baja estatura, monseñor Laboa, alto diplomático del Vaticano, era su Nuncio cuando las tropas norteamericanas invadieron el país a sangre y fuego y dieron muerte al fotógrafo de Barakaldo, Juantxo Rodríguez, que andaba por allí con una periodista del diario El País con intención de hacer reportajes precisamente sobre la influencia de los jesuitas en América Latina.

Más recientemente, hace unas semanas apenas, Panamá ha conocido su primer cardenal, José Luis Lacunza, un agustino recoleto nacido en Iruña, obispo en la diócesis occidental de David, asentado en el Istmo desde 1971 y nacionalizado panameño.

Los curas vascos abundan en este recuento

Por Panamá han pasado en efecto muchos curas y monjas de nuestro país, y bastantes arrantzales tras el atún y otras especies, además de unos cuantos tiburones en busca del paraíso fiscal, que también es Panamá. En el cruce del Canal vienen trabajando, además, desde hace años, unos cuantos prácticos vizcaínos, bermeanos sobre todo.

Pero la semana ha dado también para otros asuntos y ha dejado sobre la mesa temas de calado para debates inevitables como el Tren de Alta Velocidad, la Tortura, sobre la que un especialista francés ha dicho en Baiona que no es que falte información, sino que sobre pasividad; sobre los contradictorios diagnósticos económicos que se oyen desde las patronales y los representantes institucionales y algunos sindicatos, muy notablemente ELA, que le dejan a uno con la duda de si debe reaccionar con optimismo o con preocupación; también sobre las responsabilidades políticas y judiciales en la debacle de la CAN y otros desastres navarros. Pero todos los debates y reflexiones están lastrados ya por la inminencia de nuevas elecciones y habrá que esperar a otro tiempo para estas cuestiones, y seguramente a otros interlocutores.

Esta semana se han cumplido tres años de la muerte de Iñigo Cabacas

Se han cumplido tres años confiando en que la investigación judicial aclare lo que sucedió, cuando lo que sucedió está muy claro desde el primer momento. Ahora que se habla tanto de autocrítica, ¿hubiera sido mucho pedir que la propia dirección de la Ertzaintza hubiera dicho desde el principio que se equivocó al ordenar una actuación como aquella, que se equivocó al ordenas “entrar con todo”, que cometió un grave error, con consecuencias terribles, y que promete aprender de esa lección para no volver a cometer la misma imprudencia. Podía haber dicho también que abriría una investigación interna para dilucidar responsabilidades y dar cuenta de ellas, pero no, en lugar de ello se ha hecho todo lo posible por alargar el proceso, con la esperanza, vana en este caso, de que se vaya olvidando. Quise ve en el gesto del alcalde de Bilbao, ese alcalde tan discreto como eficaz, una especie de autocrítica institucional, que bien merecen la familia y los amigos de Iñigo. Se comprueba una vez más que la autocrítica sólo es fácil cuando se la recomienda o se hace al otro….