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Opinión
La columna de José Félix Azurmendi (16/01/2016)
José Félix Azurmendi
La política está más viva que nunca, en Madrid, en Barcelona, en Euskadi. El acuerdo entre la defensa de los encausados de Segura y la Fiscalía, y los argumentos esgrimidos para explicarlo
Tx. La política está más viva que nunca, en Madrid, en Barcelona, en Euskadi
Por fin, parece que la política interesa no sólo a los profesionales y sus aparatos, sino a sectores amplios de la sociedad. La irrupción de rostros, formas y aspectos distintos está ayudando a ello. Ha asomado un tiempo nuevo, con nuevos actores e ideas, y de momento nadie se atreve a predecir ni siquiera el futuro más inmediato. Cuando parecía imposible, hubo acuerdo en Catalunya para elegir president y formar Gobierno, un president que recuerda poco al anterior, que ha entrado con fuerza y personalidad propia. También la constitución del Parlamento español ha deparado sorpresas. Lo que algunos tomaron inicialmente como tanteo, ha cuajado en la designación de Patxi López como presidente, y en curiosas filigranas para el reparto del poder y la captación de futuras adhesiones. Ser llamado Patxi es algo familiar, cercano y amigable, pero convertido en don Patxi, como sucedió en el Parlamento español, suena entre nosotros a cachondeo. Habrá que dar por supuesto que así lo ha querido el aludido, habrá que suponer que la conversión de Francisco Javier en Patxi es ya, además de una elección personal, el nombre oficial.
Se está hablando mucho de los gestos a la hora de aceptar el cargo de diputado, pero ninguno, de momento, ni tan osado ni tan significativo como el que dejó para la historia Ortzi, Francisco Letamendia, puño en alto desde la tribuna del Parlamento español cuando la transición daba sus primeros pasos.
Tx. Está dando mucho que hablar el acuerdo entre la defensa de los encausados de Segura y la Fiscalía, y los argumentos esgrimidos para explicarlo
La ingeniería judicial de las defensas de la izquierda abertzale ha conseguido que los treinta y cinco de Segura no vayan a la cárcel, pero difícilmente va a conseguir que su base lo vea como un éxito, ni siquiera parcial. Y mucho menos como un buen precedente en la defensa de los derechos de los presos de motivación política, ahora denominados presos independentistas. No se trata, en efecto, de seguir incrementando el número de presos, pero el precio pagado es visto por muchos como cualitativamente excesivo y discriminatorio.
Decía el editorialista de Gara que con la intervención de Rufi Etxeberria en Iruñea Sortu ha planteado al colectivo de presos políticos una apuesta audaz a fin de explotar las vías legales. “No se trata de una concesión al enemigo”, ha escrito, “sino de una batalla por arrancarle la resolución del conflicto a la que se resiste, por quitarle de la mano la bandera abriendo el puño con el que se ha dedicado a golpear”. A modo de conclusión, ha reconocido que se trata de una apuesta difícil pero realista. Otras audaces explicaciones han llegado a proponerlo como el modelo a seguir para cerrar juicios y dar paso a excarcelaciones, lo que resulta poco creíble para la mayor parte de los casos de los militantes del MLNV en prisión.
Tx. Y esto, y lo que se anuncia, con las manifestaciones del sábado pasado en la memoria.
Unas manifestaciones muy importantes pero menos que la del año pasado, que fue la mayor de cuantas se han celebrado en Euskal Herria. Una manifestación, la de Bilbao, que discurre por calles en las que sus vecinos demuestran un desinterés y una falta de curiosidad absoluta, si a la muestra en balcones y ventanas hay que hacer caso; una manifestación que pierde brío, que se asemeja demasiado a una procesión religiosa, cuando no a un funeral. También en este asunto, algo nuevo y más ilusionante habrá que imaginar y poner en marcha, si se quiere evitar la rutina, el desencanto, la desmovilización progresiva en derredor de una reclamación ampliamente asumida en la sociedad vasca, urgentemente necesitada de otros audaces y eficaces movimientos.