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Sucesos
Un espeluznante asesinato conmociona el Casco Viejo de Gasteiz
Vitoria ha sido escenario de un crimen que se cometió en el Casco Viejo el miércoles 15 de junio y que la Ertzaintza confirmó seis días después al encontrar los restos descuartizados en el Zadorra.
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3:40 min
Hay noticias que alumbran la actualidad y otras que la oscurecen hasta introducirla en las tinieblas de la sordidez humana. El asesinato es abstracto. Aprietas el gatillo y después no entiendes nada de lo que sucede (dijo Jean Paul Sartre).
El espeluznante homicidio de Marga, que al parecer tuvo lugar el miércoles 15 de Junio en el Casco Viejo y del tuvimos noticia el pasado martes 21, cuando la Ertzaintza, seis días después, rescataba de las aguas del Zadorra los restos de un cadáver descuartizado, ha provocado estupor y todo tipo condenas sin excepción.
Si alguien piensa que habíamos superado las barreras de lo abominable a comienzos de año con el crimen de Alicia, la niña de 17 meses que un hombre arrojaba por la ventana al ser sorprendido cuando pretendía abusar de ella, hemos comprobado que el ser humano es capaz de repetir y hasta de superar sus propias atrocidades.
Era de tal envergadura la crueldad del relato que confesaba el presunto autor del crimen de Marga que, inicialmente incluso, hasta en el seno de la propia Ertzaintza generaba algunas dudas. Pero los especialistas saben que para fingir un asesinato convincente hay que tener disciplina, y este no era el caso. La precisión y veracidad de los detalles, unidos a otros rasgos en la personalidad del detenido, dibujaban, por el contrario, escenarios de cierta verosimilitud. Fue cuestión de horas. La noche del lunes, día 15, tuvo lugar la detención acompañada de un “Sí, soy Txema; ya sé a qué venís” – como si estuviera esperando la llegada de la policía- y a las once de la mañana del martes, aparecían los primeros restos humanos en el Zadorra.
El impacto de la trágica noticia agitaba el imaginario colectivo para retroceder 18 años en el túnel del tiempo, a 1998, cuando en Gasteiz se registraron tres asesinatos en el mismo año, el primero de ellos, aún sin esclarecer, de características aparentemente similares. En aquella ocasión fueron los servicios de limpieza los que hallaron en las bolsas de basura del barrio de Aranbizkarra los restos del cuerpo desmembrado de Esther Areitio.
La conmoción, primero, y la consternación, después, suelen ser expresiones comunes ante sucesos de apariencia similar; pero nunca hay dos asesinatos idénticos, porque por mucho que se parezcan, las víctimas siempre son distintas.
El desasosiego y el estremecimiento se han adueñado de las calles del Casco Viejo de Vitoria. Los crímenes están instalados en nuestra sociedad y el casco medieval ha servido nuevamente de escenario. Algunos están inscritos en la sordidez de la marginalidad social y los hace indescifrables. Desconocemos sus códigos y no acertamos ni a clasificarlos.
Tragedias de esta naturaleza nos interpelan con preguntas que no encuentran respuestas. ¿Qué clase de mundo es éste que puede mandar máquinas a Marte y no hace nada para detener el asesinato de un ser humano? (nos dijo Saramago).
El papa Francisco amplia la perspectiva: los derechos humanos se violan no sólo por el terrorismo, la represión y los asesinatos, sino también por la existencia de condiciones de extrema pobreza y estructuras económicas injustas que originan las grandes desigualdades.
La actualidad con su voracidad nos hace pasar del estremecimiento al desdén, sin solución de continuidad. Entonces, llega el gran error, porque el verdadero odio es el desinterés y –como acuñó el ensayista francés, Georges Bernanos- el olvido es el asesinato perfecto.