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CRONICA DE EUSAKAL HERRIA

José Félix Azurmendi comenta lo más destacado de la actualidad

El Aberri Eguna de este año 2018 y las especiales circunstancias en que se celebrará; la detención de Carles Puigdemont en Alemania y la situación de los presos son objeto del comentario de opinión.

  • 7:36 min
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Tx. ¿Tiene algo de especial el Aberri Eguna de este año?

JFA. Tiene de especial el contexto provocado por la crisis catalana y una crisis más general del Estado, la mayor desde la Transición, una situación que la dirección del PNV, poco dada a alarmismos, ha calificado como de inusitada gravedad, como “vuelta a los años negros del aznarato”, en imagen dudosamente justa, puesto que con Aznar hubo de todo y porque a quien de verdad se teme es a Ciudadanos en unas elecciones adelantadas. Al PNV no le van a faltar en los próximos días ni halagos ni amenazas a fin de que dé su apoyo a los Presupuestos Generales del Estado, que es en este momento la preocupación mayor de un Partido Popular cada día más desnudo.

Euskal Herria Bildu y bai, por su parte, urgidas de buenas noticias, de ánimos y de nuevas propuestas, han reparado en que “este país cuenta con tres ámbitos administrativos institucionalizados, tres lehendakaris, tres ámbitos de decisión”, y les parece buen momento para iniciar un voluntarioso trabajo en común. Como novedad en la izquierda abertzale, en este Aberri Eguna se presenta en acto público en Bilbao Herritar Batasuna, independentista, socialista, revolucionaria, que mirándose en el ejemplo catalán ha llegado a la conclusión de que el tiempo de las independencias burguesas se ha acabado. Y en Bilbao lo festejará también Ahal dugu-Podemos, con un coloquio en el que desarrollará el lema y tema de que son los derechos sociales los que construyen país. El resto de formaciones políticas locales, un año más, nada especial harán y, en todo caso, algo dirán para subrayar que este no es el día de su patria.

Tx. Y, a todo esto, Puigdemont, preso en Alemania

JFA. Kiel, por cierto, la capital del estado en el que está encerrado Puigdemont, ha sido escenario no hace mucho de esa regata mundial que se le ha denegado a Barcelona para el año que viene, por culpa, según algunos, del Procés. Es Kiel una pequeña ciudad que vive del mar, los astilleros y sus batallas, conocida entre nosotros hasta ahora solo por su canal y por las vacas lecheras Holstein. El primer examen fiscal de la causa del president deberá esperar a que pasen las vacaciones de Pascua, que también en Alemania son sagradas. La ciudad importante más próxima a su prisión es Hamburgo, reconocida mundialmente por su puerto y por sus protestas, mucho más incendiarias que las de los Comités de Defensa de la República Catalana. Los medios al servicio del Estado subrayaban ayer que el Gobierno alemán no vetará la extradición del president si eso es lo que los jueces determinan, como si hubiera hecho falta decirlo, como si se estuvieran mirando en los tribunales españoles y en sus temores.

La detención de Puigdemont y de Clara Ponsatí ha hecho un enorme favor a la internalización de un problema que, en felices palabras de Juan José Ibarretxe, no lo es de España con Catalunya, sino con la Democracia. El ex lehendakari, que desde hace un tiempo no se corta nada, ha hecho público así mismo su agradecimiento a los líderes catalanes que con su sacrificio han conseguido que sea España y su Administración de Justicia la que está siendo observada y juzgada por media Europa. Visto lo visto y lo que se avecina, en las próximas semanas España y su régimen van a estar expuestas, en efecto, a una revisión que seguramente nunca imaginaron ni previeron.

Tx. No han faltado tampoco esta semana recordatorios de la situación de los presos

JFA. He leído con sorpresa en un diario patrio y en pluma abertzale un titular que decía que en las cárceles vascas hay sitio de sobra para todos los presos vascos. No se me escapa que se trata de una propuesta contra la dispersión y el alejamiento, pero también nos recuerda hasta qué punto se han tenido que aceptar derivaciones y revisiones del conflicto que se hubieran tenido por inaceptables. También me ha sorprendido, por otros motivos,  que el Delegado del Gobierno de España en la Comunidad Autónoma Vasca –por cierto, algo debe querer decir que siga existiendo esta figura- haya dicho que la dispersión sigue siendo necesaria porque, “por desgracia, los presos de ETA tienen un importantísimo soporte en la sociedad vasca”. Y son palabras textuales.

Y, entre tanto, tres de los cinco de Altsasu han cumplido ya quinientos días de prisión, dispersos y alejados entre sí, y están en puertas de un escandaloso juicio en la Audiencia Nacional que en algún momento debería pasar examen también ante Europa y sus instituciones.