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Crónica de Euskal Herria

José Félix Azurmendi nos relata su crónica de Euskal Herria

José Félix Azurmendi analiza la actualidad en su crónica de Euskal Herria

  • 7:41 min
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Tx. Mucho debate, una vez más esta semana, sobre el relato de la violencia y el terrorismo

JFA. No ha hecho falta verlos, para que se hayan alzado airadas voces desde una veintena de asociaciones de víctimas –no sabía yo que hubiera tantas- y la derecha contra cinco vídeos encargados por el Gobierno de Urkullu con el confesado propósito, en boca de Jonan Fernández, de deslegitimar la violencia y el terrorismo de ETA. No cometeré yo el error que reprocho a los que no han necesitado verlos para criticarlos, pero no me exime ello de manifestar que estoy en contra de cualquier versión y relato de hechos y motivaciones muy delicadas en formato de guía y manual para jóvenes estudiantes, con objetivos precisos por añadidura. No puedo compartir, por ejemplo, declaraciones rotundas como la de que ETA nunca debió existir, sin declarar también que tampoco debieron existir otras realidades y sin explicar que estas cosas no se producen por casualidad.

Tx. ¿Estás defendiendo acaso que no se haga nada en esta materia?

JFA. Estoy en contra de las simplificaciones y las calificaciones rotundas en un asunto con tantas aristas, y tantas emociones implicadas. No estoy de acuerdo tampoco en que se busque un equilibrio forzado para dar consistencia a ciertos argumentos. No sé si es este el caso, porque no he visto los reportajes –porque finalmente eso es lo que deben ser-, pero deduzco de palabras escuchadas a Jonan Fernández y Borja Sémper que también se condena el terrorismo del GAL, como si se tratara de demostrar una objetividad y un equilibrio imposibles. En este asunto, cronistas e historiadores oficiosos y sus altavoces ya han dado con la versión correcta, que dice así: el GAL no defendió el Estado de Derecho, sino que lo subvirtió; no formaba parte de la Administración, su actuación fue clandestina e irregular, y el apoyo que recibió, ilegal. Se trata del mismo argumentario utilizado para minimizar la tortura presentándola como excesos y abusos de unos infieles servidores del Estado, de la que por lo visto nada sabían ni los gobernantes, ni los jueces y fiscales, ni la iglesia, ni los medios de comunicación. Todo, con tal de sostener que aquí no hubo ni hay conflicto que explique por qué sucedió lo que sucedió, aquí no hubo una insatisfacción importante que explique lo que pasó antes y después del nacimiento de ETA.

No estoy defendiendo que no se haga ni se diga nada en relación con lo que fue ETA y sus circunstancias, pero tengo la impresión de que no es este el mejor momento para esos experimentos y estemos en puertas, tal vez, en derredor y a propósito del conflicto catalán, de un tiempo más favorable para lecturas más rigurosas.

Tx. ¿Qué tiene que ver el conflicto catalán con nuestro relato?

JFA. Si algo ha puesto en evidencia el conflicto catalán es que las reivindicaciones de nacionales insatisfechos no se deben observar solo desde el prisma de la violencia y los terrorismos diversos y enfrentados que puedan generar. La reciente reflexión del ideólogo de la Crida Agustí Colomines recordando que en todas las independencias del mundo ha habido muertos, sosteniendo que la catalana tardará más porque la quieren pacífica, puede ser para muchos imprudente e inoportuna, pero no errática. Aunque también sea cierto que ha habido reivindicaciones nacionales con muertos que lejos de acelerar el proceso independentista lo hayan torpedeado. A este respecto, no han faltado entre los líderes nacionalistas catalanes los que han pensado y manifestado que el Estatuto de Gernika, los conciertos económicos vascos, se explican también en la presión violenta que se ejercía en Euskadi.

En estos días se está promocionando la biografía de Carlos Garaikoetxea que ha escrito Elixabete Garmendia. Recoge  esta que el lehendakari le dijo a Otegi que el final de ETA había llegado demasiado tarde y que cuanto más tarde, peor se pasa a la historia. Otra cosa hubiera sido, dice, si el final hubiera sido temprano, cuenta habida de que como resistencia antifranquista fue aplaudida en el mundo vasco y también en el estatal: “euskal esparruan eta estatuan txalotua izan zen”, son sus palabras exactas. También dice que su incursión en la socialización del dolor fue la que degradó la imagen histórica de ETA. Al ser la comunicación en euskera, sus palabras no han producido el escándalo del que se hubieran valido algunos con toda probabilidad.

Tx. Algo más relajante para concluir…

JFA. No sé si más relajante, pero sí de tono distinto. Ha dicho en estos días el encargado de la Onomástica en Euskaltzaindia que la sociedad vasca ha sabido hacer suyos los nombres en euskera para sus hijos sin ninguna carga política, lo que es evidente para la mayor parte de ella, tan evidente como la de que hay una veta entre nosotros que los evita tenaz y militantemente, así estén cargados de apellidos euskeldunes. La naturalidad con la que los hijos de emigrantes, por ejemplo, ponen nombres en euskera a sus hijos, no puede ocultar que una buena parte de nuestra burguesía nunca caiga en esa tentación. Sobran los ejemplos, son innecesarios, están al alcance de todos, con su carga social... y política.