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Crónica de Euskal Herria
José Félix Azurmendi nos relata su crónica de Euskal Herria
José Félix Azurmendi analiza la actualidad en su crónica de Euskal Herria
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José Félix Azurmendi
7:45 min
Sabatina del 5 de octubre de 2019
Radio Vitoria – José Félix Azurmendi
Tx. ¿Por dónde quieres entrarle a esta primera otoñal semana de octubre?
JFA. El ruido del metal se ha dejado sentir con fuerza esta semana en uno de los territorios vascos. Su música y su estruendo dan para mucho, tal vez para demasiado en esta modesta columna. Podría, y tal vez debería hablar sobre le licitud de las movilizaciones que ocasionan importantes desajustes en la vida de una sociedad; podría hablar de la temprana y poco habitual toma de posición del lehendakari en este asunto; hablar de la inhabitual unidad sindical mostrada en esta ocasión; hacer mención a la importancia del sector del Metal en Bizkaia, superviviente de unas cuantas reconversiones, refundaciones, desalojos y cierres. Podría, y tal vez debería tomar posición sobre estos y otros aspectos de unas importantes movilizaciones obreras que han sorprendido a más de uno y por más de un motivo, pero tomaré otro camino y lo aprovecharé para hacer una observación entre lingüística y sociológica.
Sorprende la naturalidad con la que en euskera la huelga ha pasado a llamarse greba que, evidentemente, tiene que ver con la manera con la que se denomina en francés, y en portugués, a esta forma de protesta. En el “diccionario moderno” de Xabier Kintana y Joseba Tobar de 1977 se recogía ya el término con el significado que hoy todo el mundo le atribuye, y lo explicaba, porque explicación necesitaba, como “huelga de protesta (no laboral)”, añadiendo que “se empezó a utilizar en euskara en la zona sur del Bidasoa a raíz de las huelgas de hambre de Bayona”. Hoy, Kintana y Tobar eliminarían lo de no laboral, pero entonces, todavía, no se imaginaban que terminaría siendo una acepción para toda suerte de huelgas. En aquel final de los setenta, la unificación y normalización del euskera estaba en pañales, y las huelgas de hambre de la catedral de Baiona para reclamar derechos para los refugiados políticos estaban muy presentes. Seguir la pista, la evolución y la aceptación del vocablo “greba” sería buen ejercicio para comprobar cómo han cambiado nuestros tiempos y nuestras circunstancias.
Tx. Alguien podría pensar que con esta finta evitas entrar en profundidades en un asunto que quieres eludir
JFA. Algo de eso hay, pero también hay un viejo deseo de referirme a la incorporación de la “greba” a nuestro euskera peninsular. Seguro que no es el único caso, pero sí el más evidente que se me ocurre. Lo que sucede a nuestro alrededor me da ocasión también para otro escorzo: para referirme al comportamiento de los medios de comunicación, a nuestra profesión. El acoso que algunos periodistas de medios madrileños han sufrido en Barcelona por parte de un grupo de CDRs, los autodenominados Comités de Defensa de la República, ampliamente aireado y denunciado estos días, me ha recordado escenas semejantes en nuestras calles, pero me ha recordado también el papel alejado de sus funciones que en ocasiones juegan ciertos medios. Bien está que los periodistas quieran dejar constancia de cuanto acontece y mal que se les impida, pero sin olvidar que las cámaras no siempre son inocentes y que sus imágenes pueden servir a otros fines, y que eso puede ser precisamente lo que los retratados tratan en ocasiones de evitar.
El papel de la Policía y del periodista no deben confundirse, que es la única manera de que este pueda ver facilitada su labor, pueda exigir en todos los casos y circunstancias su derecho y deber de informar. Tengo por ahí un Vademecum del Sindicato de la Prensa más importante en Francia, editado en los setenta, que así lo especifica, que no ha perdido vigencia, que me ha servido en más de una ocasión. Recuerdo una en especial, cuando las cámaras de un canal de televisión español, alertado por Mayor Oreja, retrasmitió en directo la detención a horas tempranas y con gran despliegue de gentes armadas de un conocido militante de la izquierda abertzale, que horas después era liberado. Lo denuncié en antena y me valieron airadas protestas de la colega que dirigió el espectáculo y de su director. No sé si era exactamente el caso en las protestas de Barcelona, pero podría ser.
Tx. Y para terminar, ¿otro escorzo?
JFA. Me imagino a Erkoreka, portavoz del Gobierno Vasco, eligiendo el término con el que calificar las palabras de Puigdemont sobre la no aplicación del 155 en Euskadi a pesar de los muertos. Se decantó por el adjetivo impertinente, que en su acepción más denotativa debe entenderse por no-pertinente, es decir, que no viene al caso, que nada tiene que ver. Encierra muchas acepciones más, pero me da que Josu estaba pensando en esta. Más pertinente me parece otra reflexión de estos días del independentismo catalán, que en Euskadi se manejó profusamente y que expresa la idea que el presidente exiliado quiso seguramente manifestar: “nos decían que sin violencia toda era posible, y miren cómo estamos”.