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Sociedad Coronavirus

Vitoria afronta la recuperación tras ser severamente castigada por la pandemia

JB

Araba evoluciona favorablemente en la lucha contra la pandemia. Los datos indican descensos en el número de fallecimeintos e ingresos hospitalarios, reduciéndose la tensión asistencial.

  • El Hospital de Txagorritxu centro de referencia en los ingresos por Covid 19 en Araba

    El Hospital de Txagorritxu centro de referencia en los ingresos por Covid 19 en Araba

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Vitoria fue el municipio vasco más castigado por la llegada del coronavirus. Todavía encabeza el ranking global de los contagios por Covid-19, pero ahora  parece, según los registros, liderar el de la recuperación.

Conviene no olvidar, no obstante, que El Hospital Universitario de Alava, Txagorritxu sobre todo, y las residencias de personas mayores, tanto públicas como privadas, aunque especialmente estas últimas, firman las actas con los datos más trágicos de la pandemia. Unos registros que nos interpelan directamente porque, como dice el exconsejero, Rafael Bengoa, hemos deshumanizado la atención que precisa uno de los sectores más vulnerables de nuestra sociedad: el de aquellas personas que ya padecieron los horrores de la mal llamada Guerra Civil del 36-39  y sufrieron las consecuencias de  la Segunda Guerra Mundial. Sobrevivieron a las catástrofes del siglo pasado y se  nos  han ido en una injusta soledad, sufriendo una crueldad de la que el coronavirus no es el único responsable.

El lenguaje bélico se ha instalado en algunos discursos para definir la situación que afronta la sociedad. Ciertamente la riqueza semántica ofrece licencias en la literatura oral y escrita para todo tipo de expresiones; otra cosa es la oportunidad y la idoneidad de las mismas.

Quienes en su habilidad metafórica han jugado con la terminología bélica, hablando de disciplina, sacrificio y moral de victoria en la lucha contra la pandemia, deberían pensar que las personas  mayores, junto a los sanitarios y personal asistencial, han sido los escudos humanos  en una imaginaria guerra en la que  las víctimas mortales solo han estado en un bando. Si la metáfora militar es la adecuada y las lleváramos hasta el final, tras el balance de bajas en la batalla, los estrategas castrenses que nos han tocado en suerte deberían de pasar posiblemente de forma inmediata a la reserva.

En los enfrentamientos bélicos, normalmente, hay víctimas en todos los bandos, y en esta pandemia las víctimas sólo estado en uno, en el de los humanos frente a un enemigo invisible; detectable, pero invisible. En las guerras tradicionales hay armas, tanques de combate, quirúrgicos ataques aéreos, dicen eufemísticamente sus autores, pero en nuestro sufrido frente lo más eficaz ha sido la retirada en cuarentena y los Equipos de Protección Individual. Como ya comentó en esta misma emisora el filósofo Daniel Innerarity, tal vez ha llegado la hora de cambiar de paradigma y en lugar de almacenar bombas hay que pensar en mejorar los aprovisionamientos de batas, mascarillas y respiradores, a los que habría añadir el de los kits necesarios para la realización de los imprescindibles tests para diagnosticar la enfermedad y su verdadera dimensión.

A partir de ahora,  el término de moda es la desescalada por fases. Hoy tenemos el prólogo de los paseos y el deporte individual, antes de entrar el lunes en la fase cero. En este lento y polémico tránsito a la nueva normalidad será conveniente que resuene el eco de las ovaciones dirigidas desde los balcones a los sanitarios y personal asistencial, que ha estado en primera línea,  asumiendo todos los riesgos, y evitar caer en lo que Stanley Kubrick nos dijo en Senderos de Gloria: “Dejareis de ser héroes cuando la gente no tenga miedo. Dejareis de ser héroes cuando a los políticos les interese. Ahora sois carne de cañón, por eso os llaman héroes”.

Erróneamente se le atribuye a Albert Camus la frase de que “Lo peor de la peste no es que mata a los cuerpos, sino que desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso”. Pero lo que sí dejó escrito el  pensador francés, nacido en Argelia, al final de su obra, La Peste, de recobrada actualidad por la pandemia, es que “Hay en los hombres cosas más dignas de admiración que de desprecio”. Tomemos nota de las conclusiones.