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JOSÉ FÉLIX AZURMENDI
Crónica de Euskal Herria, 28 de noviembre
José Féliz Azurmendi analiza cada semana en Crónica de Euskal Herria la actualidad. En su sabatina, resume los acontecimientos que han marcado la semana.
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José Féliz Azurmendi
7:57 min
Resulta un poco vergonzoso reconocerlo, pero muchos la recordarán como la semana en la que falleció Diego Maradona. Conozco un poco Argentina y no pocos argentinos y no me ha extrañado la repercusión que ha tenido esta muerte allí, aunque también allí y porque el futbolista era algo más que eso han empezado ya a manifestarse las reservas cuando no la crítica de quienes lo sabían adversario fuera de las canchas. El fútbol está politizado en muchos lugares, y en Argentina, más que en ningún otro. El ex presidente uruguayo Pepe Mujica ha alabado en él, por encima de sus errores, excesos y abusos, su fidelidad de clase. A un padre de familia de las que se acercaron para honrar su cadáver le oí decir que Diego fue la sonrisa de los pobres. Me quedo con eso más que con las lágrimas de quienes fueron sus compañeros, como nuestro Valdano, que se explican también por lo que personalmente les anticipa y afecta, en una edad ya en la que la lágrima fluye con más libertad.
Iba a decir que entiendo las reacciones en Argentina pero mucho menos la repercusión exagerada en otros muchos lugares, incluido los nuestros, y he terminado yo mismo cayendo en lo que quería evitar, al dedicarle un espacio y relevancia excesivos. Tal vez sea también porque todo el mundo estaba deseando llevarse a la boca algo que no fuera relacionado con esa pandemia que lo condiciona todo.
Por supuesto, la mayor preocupación sigue siendo y lo será durante bastante tiempo, la pandemia. Es la mayor preocupación para todos, o lo debería ser, aunque hay muchos que no quieran darse por enterados y lo que más les preocupe sea cómo celebrarán las Navidades, una vez que las limitaciones en los puentes y largos festivos parecen estar más o menos interiorizadas. Hemos asistido esta semana a una inflación de ruedas de prensa y comunicaciones sobre esta cuestión por parte de la Administración central que, lejos de contribuir al deseable objetivo, desvirtúan el mensaje y lo devalúan. Que se dé por hecha la inminencia de las vacunas sanadoras tampoco contribuye a que la sociedad tome conciencia de que son muchos, muchos, los que siguen contagiándose y muriendo por coronavirus todos los días. No es fácil adivinar qué política informativa aconseja este comportamiento que implica al mismo presidente de Gobierno y el ministro de la cosa un día sí, y otro también. ¿Se justifican estas prisas? ¿No sería más eficaz que fueran los técnicos los que explicaran cuáles van a ser las prioridades y los tempos a la hora de empezar a administrar la vacuna o las vacunas cuando sean autorizadas, porque de momento ninguna lo está, y se reservaran los políticos para otras gestiones?
La pandemia acarrea grandes y pequeños desastres económicos que afectan a casi todos, porque a algunos, y lamentablemente no es seguro que un día lo conozcamos, les estará haciendo todavía más ricos. Que proliferen como nunca antes los mensajes publicitarios sobre planes de jubilación, planes de pensiones e invitaciones a suscribir seguros sanitarios privados alguna relación debe tener también con el momento y la inseguridad que esta peste provoca. Ahora que ya los nuevos Presupuestos Generales se dan por aprobados gracias a los acuerdos con las fuerzas progresistas de aquí y de allí, incluido por supuesto como tal al PNV, no debería preocuparle en exceso al reelegido presidente del EBB que Iglesias le esté comiendo la tostada a Sánchez, como ha dicho, si es para dar el gran impulso público que la sociedad necesita y que la llegada de los fondos europeos debería facilitar. A la ocasión la pintan calva, que no sean los de siempre los que se aprovechan de ella.
Para defenderse de los ataques de la derecha por los tímidos progresos de la Administración española en relación con los presos de ETA, se está utilizando el argumento de que Aznar acercó presos a Euskadi y apoyó el diálogo cuando ETA aún mataba. Nicolás Sartorius, aristócrata y comunista –tampoco fue tan raro serlo, por muy contradictorio que parezca- ha argumentado por su parte para justificar el pacto con Bildu que su generación ya lo hizo con quienes venían de la dictadura, con los que les metían en la cárcel y les fusilaba. Una de las lecciones perversas de la lucha armada es, precisamente, que sirve para conseguir cosas que sin ella ni se plantearían. Cuando Aznar se acercaba al MLNV no era porque le gustara, pero sí porque era una exigencia para que ETA dejara de matar.
Por esto, también, que para muchos haya resultado tan sorprendente y desconcertante la manera como ETA gestionó su final, abandonando la lucha armada sin exigencia alguna, ni siquiera en relación con sus presos.