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ESCRITO EN EL AIRE

'El discurso del PP pone en cuestión una mínima caridad cristiana'

El escritor Juan Ibarrondo en su escrito en el aire reflexiona sobre la ordenanza de prestaciones sociales que el Ayuntamiento de Vitoria debate estos días y critica el discurso del PP.

  • 2:35 min
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Leo en la prensa las críticas del  PP a las ayudas sociales del ayuntamiento de Gasteiz, y me viene a la cabeza un viejo dicho: “otra vez con la burra a brincos”.

De nuevo la cantinela de siempre: efecto llamada, coladero, RGI sin control… Un discurso cansino  que pone en cuestión no ya los derechos sociales, sino  incluso  una mínima caridad cristiana o espíritu humanitario; algo que en la vieja Vitoria de principios del siglo pasado el pueblo llano (que exigía ya entonces no caridad sino justicia y solidaridad) vino en llamar La sopa boba.

La sopa boba, que lavaba la conciencia del rico  y llenaba, un poco al menos,  el estómago del pobre. La sopa boba que ahora se niega a quien más lo necesita, no porque los estómagos estén más llenos sino las conciencias más sucias.

Desgraciadamente, este tipo de discursos demagógicos, que ponen el acento en la picaresca del pobre y ocultan o disculpan el latrocinio con mayúsculas del rico, de tanto repetirse, acaban calando en ciertos sectores sociales, y, lo que es peor, influyendo en el conjunto de políticas públicas.

Vivimos así en la obsesión por el control en la RGI, que raya en la paranoia, y que destina unos recursos obviamente desmesurados para la misérrima cantidad de dinero defraudada, en comparación vergonzante con los recursos destinados a controlar el fraude fiscal… Pues a nadie se le escapa, que con atrapar a un solo gran defraudador fiscal (uno grande de verdad)  el dinero conseguido sería tanto como el logrado con la persecución sañuda a cientos de preceptores de la RGI durante años, y si no lo creen infórmense y hagan cuentas. Para empezar, consideren por favor, que un tercio del dinero destinado a la RGI se dedica a gestionarla.

Pero lo peor es, que de este modo,  las ayudas se van laminando,  mientras la necesidad no disminuye y la desigualdad aumenta día a día. Por ejemplo,  el Gobierno Vasco, incumpliendo su propia normativa previa, desvincula ahora el cómputo de las ayudas sociales del salario mínimo, justo en el momento en que este aumenta por fin tras décadas de estancamiento. Parece, que el sacro santo concepto de  “seguridad jurídica” sólo se aplica para las empresas (sobre todo para las grandes) y que con el pobre se puede aplicar tranquilamente aquello de donde dije digo, digo diego, y aquí paz y después gloria.

De modo, que en vez de avanzar hacia propuestas progresistas como la renta básica incondicionada, aquí vamos como el cangrejo, retrocediendo en derechos sociales, y gastando ingentes cantidades de dinero público para contentar a quienes, finalmente,  acaban negando hasta la sopa boba.