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ESCRITO EN EL AIRE
"La indumentaria ha sido una muestra de las diferencias sociales"
Patricia Escudero reflexiona sobre la indumentaria en la política, y cómo ésta ha estado historicamente ligada a las clases sociales.
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3:05 min
“Sin calzones”, así eran conocidos los miembros de uno de los principales grupos de la Revolución Francesa, a los que se podía identificar fácilmente por su indumentaria, unos holgados pantalones tobilleros de telas burdas y baratas, muy cómodos y adecuados para trabajar. Ropa que evidenciaba el humilde origen de sus portadores, humillados y despreciados por la nobleza y la burguesía adinerada que hacían de sus “calzones” un signo de evidente distinción. La indumentaria no era un asunto menor, era una prueba palpable de las diferencias sociales que la revolución quería erradicar. Y los “sin calzones” tuvieron la revancha, además de marcar tendencia con un fondo de armario que incluía pantalones de paño a rayas, casaca suelta y el libertario gorro frigio. Para el decoro de la época una provocación. Hubo que esperar más de un siglo hasta que los ingleses pusieran de moda, junto a ese pantalón una chaqueta, configurando así un traje que llegaba para quedarse. Ropa de faena utilizada por la clase obrera y campesina y el premeditado y “vulgar” atuendo elegido por el fundador del Partido Laborista Británico en su primea aparición parlamentaria. Otro escándalo y un nuevo atentado al decoro que también marcó tendencia. Es innegable que todo cambio ideológico va unido a un cambio estético y, pese a que generalizar siempre esté mal, tampoco se puede negar que el atuendo, además de dar información sobre gustos o personalidad es una eficaz herramienta de comunicación. Y así, al traje también le llega su hora cuando avanzado el siglo XX, los progresistas marcando distancias con los conservadores, lo dejan de lado a favor de camisas sin corbata, cazadoras, y pantalones de pana que se convirtieron en todo un símbolo. Diferencias visuales que con el tiempo se han ido acortando bastante, dando paso, en lo que a la indumentaria “política” masculina, se refiere, a un “estilismo” uniforme, plano y poco llamativo adoptado tanto por unos como por otros. Una cuestión de protocolo, más o menos aceptado, que ahora se las tiene que ver con la irrupción en la escena política de la controvertida camiseta. Hasta hace bien poco ropa interior, que por su comodidad resultó muy adecuada para trabajar, compartiendo así humilde origen con otras indumentarias que han hecho historia. La suya es corta pero intensa, una prenda que goza de una extraordinaria popularidad y que es un magnífico escaparte donde plasmar de forma concisa y eficaz todo tipo de mensajes. Camisetas cuyas frases, dibujos, o colores dan información sobre las personas que con ellas se visten, o contribuyen sin más a crear una determinada imagen. Una prenda, que en lo que al ámbito político se refiere, rodea sus apariciones de encendidas polémicas en las que no falta el decoro como argumento. Nada nuevo, pero convendría interiorizar, que el decoro indumentario no es más que un convencionalismo estético que nada aporta si no va unido a un intachable comportamiento ético.