televisión
Decimotercer capítulo
El Centinela de Piedra acaba con la leyenda de Ander
EITB
El super bombero está fundido y por decisión médica abandona la aventura.
-
'El Conquistador del Aconcagua'. Foto: EITB
“El Aconcagua empieza en Cólera”. Seguro que Ander aún sigue intentado sacarse de la cabeza el soniquete de la mítica frase de Juanito Oiarzabal.
El super bombero venía avisando que estaba fundido, pero nadie acababa de creérselo, casi todos pensaban que era una artimaña más del calculador montañero. Al final, Pepa, la doctora, terminó confirmando las teorías de Aitziber: Ander no estaba bien. El bombero llegó a Cólera con lo justo, pero aun así no quería retirarse voluntariamente, como buen competidor, y dejó la decisión en manos de la doctora. Aunque para entonces la montaña ya había tomado la suya propia días atrás.
Mientras tanto, los otros cinco finalistas siguen en la aventura. De momento, Juanito Oiarzabal es incapaz de quitarse de encima a las chicas y ya empieza a tener pesadilla con la cumbre de Cerro Bonete. A estas alturas, Lur y Aitziber son sin duda las favoritas para el gasteiztarra, pero aún queda lo más difícil para la cumbre.
Por el contrario, los chicos están viviendo un auténtico calvario.
Es verdad que Txileno sigue sorprendiendo a todos: a su ritmo, pero está en Cólera. Aunque no es menos cierto que su cara y su ritmo cardíaco son un poema poco acompasado.
La tensión de Boliki sigue por las nubes. El navarro no recupera y no termina de aclimatarse en condiciones. No es capaz de ingerir ningún alimento ya que las náuseas y los vómitos no cesan.
Por su parte, Mikel Goñi continúa con su cruzada particular. Sigue sin subir junto a Juanito: el guía no cumple su palabra y deja al pelotari, de nuevo, en manos de Bauti. Aun así, Mikel también está en Cólera.
La noche antes de atacar la cumbre del Aconcagua se les ha hecho eterna a los concursantes. Además, los nervios y los –20ºC hacen aún más dura la concentración para la última etapa.
Ha llegado la hora de la verdad y ahora cada uno depende de sus fuerzas y, cómo no, de la bondad del Centinela de Piedra. Una jornada agónica que les llevará a tocar el cielo o a arrodillarse ante la cumbre más alta de América.