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Análisis

Fronteras, vallas, pasos...

La elección no es sencilla, pero debemos decidir cuanto antes si queremos fronteras, vallas o pasos.

Juanjo Sanmiguel / eitb.com

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Los inmigrantes que logran saltar las vallas de alambre en Ceuta o Melilla muestran desprecio hacia su tierra y actúan como si acabaran de llegar al paraíso. Los que llegan a Lampedusa abrazan a los policías, porque ellos además les permiten hacerlo. Aquellos que logran llegar con vida a la costa griega, por su parte, dan gracias a sus dioses secretos por no haberse ahogado en aquellos mares difíciles.

No sabemos lo que saben o esperan, lo que sí sabemos es lo que no quieren: lo que acaban de dejar atrás. Pero, mirando al horizonte, la mayoría tendrán grandes dificultades para formalizar sus papeles u obtener permisos de trabajo. Una vez superado este escollo, tendrán que realizar los trabajos más duros, los que nadie más quiere desempeñar, y los sueldos que recibirán serán los más bajos.

Aquellos que llegan por tierra y mar en las condiciones más duras quizás no sabrán que, en algunos países de Europa quieren echar a los europeos que no tienen trabajo. En los Países Bajos, el conocido político Geert Wilders ha dicho que no quiere más marroquíes, y qué decir sobre los negros. En Francia, un partido que acaba de protagonizar un importante crecimiento quiere quitar la seguridad social a los inmigrantes, así como eliminar el acceso a cualquier servicio público. Si lo supieran, aún así, nada cambiaría, porque lo que han dejado atrás, en la mayoría de ocasiones, es lo peor.

El miedo a los inmigrantes, el fantasma de la invasión, la preocupación por lo que nos llega... Esos inmigrantes que llegan por mar y tierra nos producen esa imagen, pero esos inmigrantes no alcanzan a ser ni el 5%: la mayoría llega en avión, o en tren, o por mar, pero en barcos que no tienen peligro de hundirse. Pero la Unión Europea no sabe que hacer con la verdadera ola de inmigrantes que llegó hace unos años y con el movimiento que, poco a poco, se está reforzando actualmente.

La sociedad europea está envejeciendo, cada vez hay menos niños, y los inmigrantes van a ser básicos para asegurar el futuro; aún asi, parece ser que nadie sabe qué hacer. En la reunión entre los gobernantes de la Unión Europea y Africa, se escucharon los mismos eslogans y tópicos de siempre: hay que combatir la inmigración ilegal, hay que reforzar la lucha contra las mafias, aumentar el control en las fronteras...

Según se dijo en la cumbre, a quienes vienen huyendo hay que ayudarles en sus países de origen, para que no tengan que escapar de allí. No se mencionó que, hasta ahora, las ayudas han sido siempre insuficientes y que, como consecuencia de la crisis, esas ayudas se han vuelto miserables.

Los gobernantes y quienes estamos en un mar de dudas deberíamos quizás darle respuesta a varias preguntas: ¿Necesitamos o no las fronteras? Si las necesitamos, ¿cuál es la criba? ¿Cómo evitaremos que algunos de ellos entren aquí? ¿Cuáles son las herramientas? ¿Qué debe hacer un policía cuando tenga que prohibir la entrada a alguna persona? ¿Estamos dispuestos a, venga quien venga, mantener las puertas abiertas?

En Europa, los miedos y las preocupaciones han revuelto las posturas más oscuras. Los movimientos de extrema derecha dan la respuesta acostumbrada: ‘viva nosotros y los nuestros, y el resto, fuera”. En principio, esta reivindicación es acogida con éxito, ya que son cada día más.

La semilla plantada por estos movimientos crece y se hace fuerte pero, al parecer, la mejor manera para hacerle frente a la extrema derecha es adoptar sus posturas. En la antesala de las elecciones al Parlamento europeo, cada vez es más evidente que las posturas de dureza atraen a los votantes. La demagogia trae el desastre, pero jugar a ciegas podría traer el final de la Europa que hoy en día conocemos. La elección no es sencilla, pero debemos decidir cuanto antes si queremos fronteras, vallas o pasos.

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