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Análisis

La medicina amarga del FMI

Cuando el FMI presta dinero a un país que tiene la economía desequilibrada pone las mismas condiciones: bajadas de salarios, subidas de precios, reducción de funcionarios y congelación de inversiones.

Jesús Torquemada

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Lo que está sucediendo en Grecia ha causado conmoción porque no es habitual que ocurra en Europa, pero es algo que ya se ha visto antes en otros países que han tenido que tomar la medicina amarga del Fondo Monetario Internacional. Muchos países africanos, latinoamericanos y asiáticos han pasado ya por esa experiencia.

El FMI tiene muy mala fama en esos países. Para que el FMI preste dinero a un país que tiene la economía desequilibrada, siempre pone las mismas condiciones: bajadas de salarios, subidas de precios, reducción de funcionarios y congelación de inversiones públicas. El resultado es que los más pobres de esos países siempre lo pasan muy mal; los más ricos pueden perder algo, pero apenas se enteran. Algunos países salen adelante tras sufrir ese tratamiento de choque; otros vuelven a recaer enseguida.

En el caso de Grecia, ni siquiera le ha salvado que la mayor parte del dinero que necesita se lo vayan a dejar sus socios europeos, porque al final estos le están exigiendo que cumpla las condiciones del FMI.

De todas formas, Grecia, llegados a este punto, ya no tiene más remedio que cumplir el plan de ajuste; puede aliviar su problema durante un tiempo saliéndose del euro, pero tarde o temprano la bancarrota sería inevitable y podría tener que plantearse incluso la salida de la Unión Europea.

El resultado de la crisis griega va a ser un cambio de las reglas en la Eurozona. La canciller alemana, Angela Merkel, ya ha empezado a decir que hay que endurecer las condiciones requeridas para poder estar en el euro, y que es mejor un euro manejado por unos pocos países responsables que por muchos países despilfarradores.

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