Internacional -
Crónicas desde Egipto
Una Metrópolis en la necrópolis
El cementerio egipcio Al Arafa alberga a un millón y medio de personas, debido a la escasez de recursos.
Maite Pérez de Nanclares / El Cairo
Necrópolis del Cairo a las 9 de la mañana. Se escucha a un gallo cantar y se aprecia en la distancia a unos niños descalzos correteando tras un balón desgastado. Un anciano de edad indeterminada fuma a mi lado sentado en el suelo con expresión relajada. Me mira y me saluda ''''Salam ua likum'''' (que la paz sea contigo ) y yo le respondo ''''Ua likum al-salam ya besha'''' ( y contigo también, señor). Tras ver mi cámara colgando del cuello me pregunta ''''sahafia?'''' ( ¿periodista?) y yo le digo ''''Aywa'''' (si ) '''' welcome to Al-Arafa'''' , bienvenida a la ciudad de los muertos.
Al Arafa es el cementerio del Cairo situado al este de la capital y que alberga las tumbas y los mausoleos de cada familia egipcia desde los tiempos de los Mamelucos. Diez kilómetros de longitud es lo que ocupa esta necrópolis que se diferencia de cualquier otra del mundo porque en ella viven más de un millón y medio de egipcios. Y es que debido a los altos precios de las casas en el Cairo, todas estas familias se han tenido que buscar un cobijo donde vivir. Los hay quienes viven en las tumbas propiamente dichas (un total de 500.000 personas) y el resto, debido a su posición económica más alta, se pueden permitir vivir en los mausoleos y construir en ellos su propia vivienda levantando muros y creando habitaciones…lo más parecido a un piso de 20 metros cuadrados.
Comienzo a andar en uno de los barrios y sigo un cartel escrito a mano que me indica una de las calles. Veo a un hombre y a una niña que me miran sonrientes y me invitan a pasar a su casa. La puerta da al salón…dos sofás, una mesa e inscripciones en la pared que resulta ser la lápida del fallecido. Sigo andando y veo una habitación con un inodoro y una lámpara pequeñita. Al final les da resultado el tirar cables desde el tendido eléctrico más cercano y desviar las conducciones de agua para poder tener electricidad y agua. La última habitación es el dormitorio: un colchón en el suelo.
Me despido de ellos y les pregunto si este asentamiento de 10 kilómetros está reconocido por el Estado. Me dicen que no, es una ocupación ilegal… pero qué van a hacer si no tienen otro lugar donde vivir. Y al final, ellos pagan una renta por estar aquí a los enterradores o a los vigilantes de las tumbas. Así, los que trabajan en estos oficios, son considerados los más ricos de todo Al Arafa y los más pobres son los que se dedican a la artesanía o a la construcción. Es curioso cómo cambian los roles en un lugar donde no existen las leyes.
Entro por otra calle y me encuentro con una casa totalmente diferente…más grande y con muchos animales: gallinas, pollos, conejos… Aquí vive una familia de 8 personas y me enseñan la casa orgullosos de cómo la han ido construyendo poco a poco levantando tapias en el mausoleo y me muestran cada animal que tienen con mucha emoción. Al lado de los animales, veo ante mis ojos a tres generaciones: una abuela con sus nietos y los padres de los pequeños. Llevan 60 años viviendo aquí y todos los niños van cada día a la escuela primaria que hay en Al Arafa. Y es que con la necesidad de integrar al millón y medio de personas que viven aquí, se ha construido este centro educativo, una mezquita y pequeños puestos de comida y ultramarinos. Sin embargo, al ser un asentamiento ilegal, no disponen de servicio de alcantarillado ni de recogida de basuras. Por eso, cuando hace mucho calor, me comentan que el olor resulta insoportable.
Me despido de ellos y les doy unas monedas…pero se niegan a cogerlas. ''''Solo queremos que veas nuestra casa''''…''''¿Te apetece un té con menta?''''.
(Maite Pérez de Nanclares es corresponsal en El Cairo del programa Graffiti de Radio Euskadi)